En las
categorías de crisis orgánica y bloque histórico se encuentran dos de las
claves para comprender el sentido de la hegemonía. Estas categorías están
ligadas a la forma de encarar la relación base-superestructura como compleja,
mediada, contradictoria. Estructura y superestructura componen un “bloque
histórico”,
unidad entre
la naturaleza y el espíritu (estructura y superestructura), unidad de los
contrarios y de los distintos[1]
Pero avancemos
un poco más para entender la relación que Gramsci establece entre la base
material y los fenómenos “intelectuales y morales”. Aparece otra vez la
cuestión de la ideología, que nos lleva a plantearnos la relación entre
estructura y superestructura, el carácter de la conquista de la hegemonía y el
papel de la lucha de clases. Gramsci dice que
“la
estructura y la superestructura forman un «bloque histórico», o sea que el
conjunto complejo, contradictorio y discorde de las superestructuras es el reflejo
del conjunto de las relaciones sociales de producción. De ello surge: sólo
un sistema totalitario de ideologías refleja racionalmente la contradicción de
la estructura y representa la existencia de las condiciones objetivas para la
subversión de la praxis”[2]
En este
pasaje la infraestructura material se define como un “conjunto de relaciones
sociales”, que es el que ejerce la determinación “en última instancia”. La
superestructura se constituye sobre los datos de la estructura, en tanto que lo
que determina la historia es la producción y reproducción de la vida real, que
opera como “marco”, como “límite” que condiciona el ámbito de las alternativas
que se plantean a la acción política y de la ideología, pero no mediante la
imposición mecánica de resultados unívocos. Los hombres piensan, sienten,
crean, actúan, filosofan en una situación material concreta. Aquí cabe lo
planteado por Marx en “La ideología alemana”, cuando dice que
“los hombres
son los productores de sus representaciones, de sus ideas, etc., pero los
hombres son reales y actuantes, tal y como se hallan condicionados por un
determinado desarrollo de sus fuerzas productivas y por el intercambio que a
él corresponde, hasta llegar a sus formaciones más amplias. La conciencia no
puede ser nunca otra cosa que el ser consciente y el ser de los hombres es su
proceso de vida real”[3]
A ciertas formas de organización de la producción
le corresponden cierto tipo de relaciones que se sustentan, a su vez, en
instituciones e ideas. Es en este sentido que Marx dice que
“las ideas
de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o dicho en otros
términos, la clase que ejerce el poder MATERIAL dominante en la sociedad es, al
mismo tiempo, su poder ESPIRITUAL dominante. La clase que tiene a su
disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo
tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le
sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de
los medios necesarios para producir espiritualmente”[4]
Siguiendo estas proposiciones básicas de Marx,
Gramsci dice que
“no se puede
proponer, antes de la conquista del Estado, la completa modificación de la
conciencia de toda la clase obrera; eso sería utópico, pues la conciencia de
clase como tal no se modifica completamente más que cuando ha sido modificado
el modo de vida de la misma clase, lo que implica que el proletariado ha
llegado a ser la clase dominante y tiene a su disposición el aparato económico
y el poder estatal”[5]
Es así que
la vida material, en toda su agitación y transformación, no se “refleja” de
manera mecánica y automática en el entramado ideológico-cultural, sino que
entre ambas hay una relación orgánica en donde la dimensión de lo económico
opera como el “material” del que se nutre la dimensión superestructural, que a
su vez revierte sobre la primera. La adecuación completa del “momento”
superestructural con el estructural requiere tiempos que son variables y
azarosos, pero en última instancia susceptible de producirse. De ahí que para
que el proletariado llegue a modificar sustancialmente su conciencia es
preciso que se modifiquen en un sentido radical las condiciones sociales que
le dan sustento. Aclarando aún más este punto, Gramsci dirá que la concepción
de “bloque histórico” implica que “las fuerzas materiales son el contenido y
las ideologías la forma, siendo esta distinción de contenido y de forma
puramente didascálica, puesto que las fuerzas materiales no serían concebibles
históricamente sin forma y las ideologías serían caprichos individuales sin
la fuerza de lo material”. E, inversamente, para que las condiciones
materiales se modifiquen es preciso que las clases subalternas desarrollen una
batalla “intelectual y moral” para construir su propia hegemonía. En este
último sentido, por otra parte, queda eliminada toda posibilidad de interpretar
los planteamientos gramscianos acerca de la necesidad de que el proletariado
conquiste la hegemonía AUN ANTES de la toma del poder, como necesidad de una
transformación COMPLETA de la superestructura como CONDICION de la
transformación estructural, invirtiendo de esta forma las proposiciones de
Marx. Así, Gramsci dirá:
“¿Puede
haber una reforma cultural, es decir, una elevación civil de los estratos
deprimidos de la sociedad, sin una precedente reforma económica y un cambio en
la posición social y en el mundo económico?. Una reforma intelectual y moral no
puede dejar de estar ligada a un programa de reforma económica, o mejor, el
programa de reforma económica es precisamente la manera concreta de presentarse
la reforma intelectual y moral”[6]
Con la
noción de “bloque histórico” Gramsci pone de relieve la relación que existe
entre la estructura y la superestructura en una formación económico-social,
donde a las condiciones materiales de existencia le corresponden formas
organizativas e ideológicas determinadas, y donde se realiza la hegemonía de
la clase dominante a nivel estructural sobre el conjunto de la sociedad. En la
superestructura del bloque histórico se expresa la coerción que ejerce y el
consenso que obtiene la clase dominante -sociedad política y sociedad civil -y
es allí donde los intelectuales (orgánicos) cumplen un rol fundamental, como
articuladores, como amalgama del bloque. Pero también es en el plano de la
superestructura donde se expresan las contradicciones de la estructura y éstas
también forman parte del bloque histórico. Por eso Gramsci dice que el bloque
histórico se integra no sólo con la ideología dominante, sino que es un “sistema
totalitario de ideologías”, que refleja racionalmente las contradicciones de
la estructura. De otro modo, no sería posible pensar la posibilidad de transformación
radical de la sociedad. Pero hay algo más: la superestructura del bloque
histórico, como sistema totalitario de ideologías, “representa la existencia
de las condiciones objetivas para la subversión de la praxis”. Ello significa
que es allí donde aparecen los elementos objetivos que permiten a las clases
subalternas tomar conciencia de su situación y luchar para transformar el orden
vigente, constituyendo un nuevo bloque histórico.
Gramsci
también caracteriza el bloque histórico como identificación de contenido
económico-social y forma ético-política[7].
Los hombres
y las clases toman conciencia de su situación en el terreno de la ideología
Es condición
para ello generar una visión propia del mundo, lo que se logra al producir
intelectuales orgánicos y alcanzar una visión ético-política propia de la
clase, y exceder la percepción meramente económica de los intereses clasistas.
Ello le permite conferir universalidad a sus intereses “estratégicos”, que
tienden a expandirse hacia otros grupos sociales, dando lugar así a la
capacidad “dirigente” de la clase que se sitúa en condiciones de constituirse
en “hegemónica”. La toma de conciencia es así un proceso autónomo, que se
genera al interior del desarrollo histórico de un grupo social.
No existe
una conciencia “espontánea”, derivada linealmente de la posición en el
proceso de producción, ni una conciencia “preconstituida” de clase,
previa e independiente de la experiencia social concreta, que se pueda enseñar
como un “evangelio”. Las clases subalternas llegan a las fases superiores de su
desarrollo en tanto que consiguen autonomía frente a las clases dominantes y
obtienen la adhesión de otros grupos políticos aliados.
Esa adhesión
se alcanza en la medida en que desarrollan una “contrahegemonía” que
cuestiona la visión del mundo, los modos de vivir y de pensar que las clases
dominantes han logrado expandir entre vastos sectores sociales. Se desarrolla
así el espíritu de “distinción” y “escisión” existente en toda
sociedad, para convertirlo en crítica activa del “conformismo”
imperante. Gramsci valora el objetivo comunista de la transformación
contrahegemónica:[8]
Para formar
los dirigentes es fundamental partir de la siguiente premisa: ¿Se quiere que
existan siempre gobernados y gobernantes o, por el contrario, se desea crear
las condiciones bajo las cuales desaparezca la necesidad de que exista tal
división?
Ahora bien,
frente al papel hegemónico que cumple el Estado se encuentra, en una relación
dialéctica, la posibilidad para las clases subalternas de gestar una lucha
contra-hegemónica, de impulsar la construcción de una nueva hegemonía que
transforme la relación existente entre estructura y superestructura en el bloque
histórico dominante, y conforme un nuevo bloque. La existencia misma de las
contradicciones que se plantean en el seno de las superestructuras (sociedad
civil + sociedad política), supone la posibilidad de generar una síntesis
superadora que las resuelva.
Al llamar la
atención sobre el aspecto hegemónico de la dominación estatal, sobre la
capacidad de producir consenso, adaptación, Gramsci pone el acento en la
necesidad, para la clase obrera, de librar una batalla política e ideológica en
el seno de la sociedad/Estado para lograr la superación del sistema capitalista
dominante. Gramsci advierte que para “tomar” el aparato represivo y poder
destruirlo es necesario desarticular el bastión ideológico que le da soporte y
firmeza, que constituye la verdadera amalgama del sistema de dominación.
La cuestión central de la ampliación del concepto
de Estado radica en sus consecuencias. Porque si la lucha contra el Estado no
se resume en la lucha por la toma y destrucción del aparato de coerción, a la
manera jacobina, es preciso librar una batalla “intelectual y moral”, que es a
la vez profundamente política e ideológica.
En resumen,
lo que quiere destacar Gramsci es que la clase dominante ejerce su poder no
sólo por medio de la coacción, sino además porque logra imponer su visión del
mundo, una filosofía, una moral, costumbres, un “sentido común” que favorecen
el reconocimiento de su dominación por las clases dominadas.
Y en esta
instancia también se hace presente la política de alianzas como elemento
necesario para la conformación hegemónica de una clase social.
“El Estado
es concebido como un organismo propio de un grupo, destinado a crear las
condiciones favorables para la máxima expansión del mismo grupo; pero este desarrollo
y esta expansión son concebidos y presentados como la fuerza motriz de una
expansión universal, de un desarrollo de todas las energías “nacionales”. El
grupo dominante es coordinado concretamente con los intereses generales de los
grupos subordinados y la vida estatal es concebida como una formación y
superación continua de equilibrios inestables (en el ámbito de la ley) entre
los intereses del grupo fundamental y los de los grupos subordinados,
equilibrios en donde los intereses del grupo dominante prevalecen hasta cierto
punto, o sea, hasta el punto en que chocan con el mezquino interés
económico-corporativo”
Las
contradicciones que se producen en el seno del bloque histórico devienen
crisis que Gramsci llama orgánicas, y sobre las cuales deben actuar las clases
subalternas en forma organizada y consiente, para producir transformaciones
estructurales favorables a sus intereses.
Cuando las
clases dominantes no logran hacer avanzar a la sociedad hacia adelante,
desarrollar las fuerzas productivas, se produce una crisis orgánica, una
crisis de hegemonía. La crisis orgánica es una ruptura entre la estructura y
las superestructuras en el seno del bloque histórico: es el resultado de
contradicciones que se han agravado como consecuencia de la evolución de las
estructuras y la ausencia de una evolución simultánea de las superestructuras[9]
“Si la clase
dominante ha perdido el consentimiento, o sea, ya no es «dirigente», sino sólo
«dominante», detentadora de la mera fuerza coactiva, ello significa que las
grandes masas se han desprendido de las ideologías tradicionales, no creen ya
en aquello en lo cual antes creían, etc. La crisis consiste precisamente en que
muere lo viejo sin que pueda nacer lo nuevo, y en ese interregno ocurren los
más diversos fenómenos morbosos[10]
En la medida
en que la clase dirigente deja de cumplir con su función de dirección económica
y cultural, el bloque ideológico que le da cohesión y hegemonía tiende a
disgregarse. Ahora bien, Gramsci destaca que las crisis orgánicas no son
provocadas única e inmediatamente por las crisis económicas, resaltando una
vez más la no mecanicidad de la relación base/superestructura.
“Se puede
excluir que las crisis económicas produzcan por sí mismas acontecimientos
fundamentales; sólo pueden crear un terreno más favorable a la difusión de
ciertas maneras de pensar, de plantear y resolver las cuestiones que hacen a
todo el desarrollo ulterior de la vida estatal”[11]
La
desaparición del antiguo bloque histórico, entonces, sólo se produce si la
crisis de la estructura acarrea una crisis orgánica o crisis de hegemonía. Pero
no toda crisis es una crisis orgánica ni toda crisis orgánica desemboca en una
revolución, e identificar la diferencia constituye la esencia del arte
político. Justamente el error en esta identificación es lo que acarrea, para
Gramsci, graves consecuencias en la estrategia revolucionaria.
En la
conocida nota “Análisis de situaciones. Relaciones de fuerza”, haciendo
referencia a los movimientos orgánicos, relativamente permanentes, y a su
diferencia con los movimientos coyunturales, que se presentan como ocasionales
e inmediatos, Gramsci dice:
“El error en
que se cae frecuentemente en el análisis histórico-político consiste en no
saber encontrar la relación justa entre lo orgánico y lo ocasional”[12]
Para Gramsci
tanto como para Lenin, el “espíritu de escisión” de las clases subalternas, que
las lleva a expresarse contra la opresión, debe ir acompañado por la
construcción de un sistema hegemónico, para lo cual deberá cumplir un rol
central la vanguardia, destinada a canalizar la espontaneidad dándole una
dirección consciente a la rebelión. Porque, en caso contrario, las consecuencias
de la crisis orgánica serán la victoria de la clase dominante, el aplastamiento
de la dirección de las clases subalternas y la vuelta de éstas a la pasividad
política.
Y eso ya lo conocemos y sabemos lo que significa.
NOTAS
[1] NOTAS SOBRE MAQUIAVELO, SOBRE
POLITICA Y SOBRE EL ESTADO MODERNO…, p. 18, Nueva Visión, 1998
[2] EL MATERIALISMO HISTORICO Y LA
FILOSOFIA DE B.CROCE, p.48, Juan Pablos Editor, México, 1986.
[3]LA IDEOLOGIA ALEMANA, p.48.
Editorial Pueblos Unidos, Buenos Aires, 1986., p.26
[4] ob.cit., p.50.
[5] “Necessitá di una preparazione
ideológica di mass”, citado por Piotte (1973), p.117. PIOTTE, Jean M. (1973) EL
PENSAMIENTO POLITICO DE ANTONIO GRAMSCI, Cuadernos de Cultura Revolucionaria,
Buenos Aires.
[6] “Apuntes sobre la política de
Maquiavelo”, en NOTAS SOBRE MAQUIAVELO…, p.31.
[7] Cuadernos, IV, p. 137
[8] Los intelectuales y la
organización de la cultura, p. 17, traducción de Raúl Sciarreta, Nueva Visión,
1984.
[9] PORTELLI, Hugues (1972)
GRAMSCI Y EL BLOQUE HISTORICO, , p.121. Siglo XXI, México, 1985.
[10] Gramsci, “Oleada de
materialismo y crisis de autoridad” en ANTOLOGIA, p. 313.
[11] NOTAS SOBRE MAQUIAVELO, p.74.
[12] Ob.cit., p.68.
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