Pablo Slavin
INTRODUCCIÓN
Rosa
Luxemburgo fue una de las más destacadas figuras con que
contó la socialdemocracia en las dos primeras décadas del siglo XX. Si
algo podemos destacar entre sus numerosas cualidades, es la claridad con la que
supo aplicar el método desarrollado por Marx y Engels, el materialismo
dialéctico, a todos sus análisis.
Cumpliendo
con lo que Marx prescribiera en sus Tesis sobre Feuerbach, Rosa
Luxemburgo no se contentó con realizar un estudio teórico del marxismo,
sino que siempre demostró un profundo interés por la faz práctica.
Su activa
participación en los distintos movimientos revolucionarios de principios de
siglo, hicieron que las cárceles de su Polonia natal y de Alemania, su patria
adoptiva, la tuvieran como asidua huésped.
Fue una
firme defensora del sistema democrático, y una polemista infatigable. Nunca
claudicó en sus posiciones, lo que motivó que tuviera duras polémicas con los
más brillantes intelectuales de su época, como Lenin, Kautsky, Bernstein,
Otto Bauer, o Pannekoek.
Hoy, tras el
derrumbe de la experiencia soviética, cuando muchos críticos de derecha
anuncian la muerte del marxismo y amplios sectores de la izquierda no
encuentran el rumbo, creemos que es fundamental recuperar el pensamiento de una
intelectual y militante que supo adelantarse a su tiempo. Porque como ella
misma afirmara en 1903:
“Si, pues,
detectamos un estancamiento en nuestro movimiento en lo que hace a todas estas
cuestiones teóricas, ello no se debe a que la teoría marxista sobre la cual
descansan sea incapaz de desarrollarse o esté perimida. Por el contrario, se
debe a que aún no hemos aprendido a utilizar correctamente las armas
intelectuales más importantes que extrajimos del arsenal marxista en virtud de
nuestras necesidades apremiantes en las primeras etapas de nuestra lucha. No es
cierto que, en lo que hace a nuestra lucha práctica, Marx esté perimido o lo
hayamos superado. Por el contrario, Marx, en su creación científica, nos ha
sacado distancia como partido de luchadores. No es cierto que Marx ya no
satisface nuestras necesidades. Por el contrario, nuestras necesidades todavía
no se adecuan a la utilización de las ideas de Marx.” [i]
A continuación trataremos de analizar su concepción
de la democracia, y el papel que según ella debe desempeñar un Partido
Socialdemócrata que se precie de tal.
El modelo democrático
Rosa
Luxemburgo fue una digna heredera de la tradición democrática
defendida desde el seno de la socialdemocracia europea. Sin embargo, eso no le
impidió tener una clara noción de los límites que la democracia burguesa
imponía, y la necesidad de su transformación y superación.
En su
trabajo Reforma o Revolución, de 1900, cuyo objetivo principal era
criticar las posiciones de Bernstein y su revisionismo, nuestra autora
explica el carácter superestructural de la democracia como forma política.
“Entre la
democracia y el desarrollo capitalista no cabe apreciar ninguna relación
general y absoluta. La forma política es, en todo momento, el resultado de la
suma total de los factores políticos internos y externos, y admite, dentro de
sus límites, la escala completa de los regímenes políticos, desde la monarquía
absoluta a la república democrática”. [ii]
Ella
comprendía que el capitalismo, como estructura económico-social, utilizaba la
forma política democrática, pero no dependía de ella. Señalaba que la
democracia había cumplido un rol fundamental en la transición del Estado feudal
al capitalista, destruyendo las trabas que tenía la burguesía para su crecimiento.
Pero con la misma claridad podía ver que
“…tan pronto
como la democracia muestra la tendencia a olvidar su carácter de clase,
convirtiéndose en instrumento de los verdaderos intereses del pueblo, la propia
burguesía y su representación estatal sacrifican las formas democráticas…”([iii])
Y luego agregaba que
“…el
liberalismo como tal, ha llegado a ser para la sociedad burguesa hasta cierto
punto superfluo, y aun en ciertos aspectos muy importantes, es más bien un
obstáculo. (…) El grado de desarrollo alcanzado por la economía mundial, y la
agravación de las luchas por la competencia en el mercado internacional, ha
hecho del militarismo instrumento de la política mundial, siendo ello lo que
caracteriza el momento actual tanto en la política interior como exterior de
los grandes Estados. Pero si la política mundial y el militarismo es una
tendencia en auge en la fase actual, lógicamente la democracia burguesa ha de
marchar hacia el ocaso.” [iv]
Y la
democracia burguesa, efectivamente, marchaba hacia su ocaso. Su asesinato en
1919 le impediría ser testigo de regímenes que, como el fascismo y el nazismo,
con tanta certeza supo anticipar.
Como bien lo explica el profesor español Elías
Díaz:
“La
burguesía, que era liberal y que para la conquista y protección de sus
intereses y privilegios se había organizado desde esas coordenadas de
individualismo y abstencionismo, cambia estas bases por otras no liberales,
sino totalitarias, cuando aquéllas resultan ya insuficientes para la defensa a
toda costa del sistema capitalista, que es lo que le interesa realmente
conservar. Mientras no hubo peligro, el capitalismo fue liberal; cuando surge
el socialismo, el laissez faire ya no le sirve a la burguesía; el capitalismo
ya no puede ser liberal sin peligro para los intereses y privilegios que
representa. Donde la presión y las tensiones de clase son menores podrá
continuar siendo liberal; en cambio, donde por causas diversas las tensiones se
agudizan, la burguesía abandona el formalismo liberal de que hasta entonces se
había servido y no duda en organizar totalitariamente la defensa del
capitalismo. Esto es fundamentalmente el fascismo: capitalismo organizado
totalitariamente; capitalismo económico más totalitarismo político.” [v]
Pero
justamente por ello, creía Rosa Luxemburgo en la necesidad de defender
el sistema y las instituciones democráticas. Seguía diciendo en Reforma o
Revolución que:
“Si la
democracia es, en parte, superflua para la burguesía, y en parte hasta un
obstáculo, en cambio para la clase trabajadora es necesaria e indispensable. Y
lo es en primer lugar porque crea formas políticas (autonomía, sufragio, etc.)
que pueden servir de comienzos y puntos de apoyo al proletariado en su
transformación de la sociedad burguesa. Pero, además, es indispensable, porque
sólo en ella, en la lucha por la democracia, en el ejercicio de sus derechos,
el proletariado puede llegar al verdadero conocimiento de sus intereses de
clase y de sus deberes históricos.” [vi]
Creación
burguesa, la democracia se había transformado en una herramienta que podía y
debía ser utilizada por el proletariado en ascenso. No sólo para alcanzar el
poder, como sostenían aquellos que defendían la denominada vía legal, sino
también como un medio para la educación del proletariado, permitiéndole pasar
de clase en sí a clase para sí.
Democracia Socialista y Dictadura del Proletariado
Rosa
Luxemburgo estaba convencida de ser una fiel exponente de la
tradición democrática socialista iniciada por Marx y Engels. Así
surge de su trabajo “La teoría y la praxis”, de 1910, donde reproduce
las palabras de Engels en la “Contribución a la crítica del proyecto de
programa socialdemócrata de 1891”. Engels decía:
“Si hay algo
seguro es que nuestro partido y la clase obrera sólo pueden llegar al poder
bajo la forma política de la república democrática. Esta es incluso la forma
específica para la dictadura del proletariado como lo ha demostrado ya la gran
revolución francesa.” [vii]
Al hablar de
la dictadura del proletariado como la forma específica de la república
democrática, Engels lo ofrece como ejemplo a la Comuna de París, de 1871. Por ello
creemos que es bueno recordar brevemente aquella experiencia. El propio Engels,
en la Introducción a la lucha de clases en Francia, nos dice que la
totalidad de los miembros de la Comuna eran obreros, o representantes conocidos
de los obreros. Todos los cargos administrativos, judiciales y de enseñanza
fueron cubiertos por elección, empleando para ello el sufragio universal y el
derecho de revocación. Se establecieron salarios iguales para los funcionarios
y los trabajadores, buscando por ese medio evitar el arribismo y la caza de
cargos.
La
concepción acerca de la dictadura del proletariado, será entonces otro punto de
conflicto en su enfrentamiento con los bolcheviques. Un conflicto cuyos
orígenes se remontan a 1904, cuando Rosa Luxemburgo escribe el artículo Problemas
organizativos de la Socialdemocracia, criticando la posición sustentada por
Lenin en su trabajos “¿Qué hacer?”, y “Un paso adelante, dos
pasos atrás”. Allí Lenin abogaba por el centralismo del Partido en
la toma de decisiones y en la dirección del proceso revolucionario. Ya
volveremos específicamente sobre esta cuestión cuando tratemos el papel del
Partido para Rosa Luxemburgo.
En lo que se refiere a la cuestión de la relación
democracia-dictadura, Rosa dirá, en 1918, que:
“El error
fundamental de la teoría leninista-trotskista es precisamente el de contraponer
exactamente como Kautsky, dictadura y democracia. ‘Dictadura o democracia’, así
plantean la cuestión tanto bolcheviques como Kautsky. Este último, como es
natural, opta por la democracia y precisamente por la democracia burguesa,
puesto que la coloca en función alternativa a la subversión socialista. Lenin y
Trotski, por el contrario, optan por la dictadura en oposición a la democracia
y en consecuencia por la dictadura de un puñado de personas, vale decir, por la
dictadura según el modelo burgués. Se trata de dos polos contrapuestos, ambos
bastante alejados de la auténtica política socialista.
(…) La
democracia socialista comienza junto con la demolición del dominio de clase y
la construcción del socialismo. Comienza en el momento mismo de la toma del
poder por el partido socialista; no es otra cosa que la dictadura del
proletariado. Sí, sí: ¡dictadura! Pero esta dictadura consiste en el sistema de
aplicación de la democracia, no en su abolición…” [viii]
La dictadura
del proletariado, en la concepción de nuestra autora, es el comienzo de la
construcción de la democracia socialista. Una democracia cuyo contenido será
superador de la democracia burguesa, ya que la lucha de clases habrá culminado,
para dar paso a una sociedad sin clases. El tan ansiado reino de la libertad.
Si bien es
cierto que Kautsky describe los conceptos de dictadura y democracia como
alternativos, no lo es menos que nuestra autora poseía muchos puntos de
contacto con la visión que éste tenía sobre la democracia.
Veamos sino
algunas frases de Kautsky en su obra “La Dictadura del Proletariado”,
de 1918. En ella expresa:
“El
Socialismo como medio de emancipación del proletariado, sin democracia, es
impensable. (…) Socialismo sin democracia es impensable.(…)
“La
Democracia es la base esencial para la construcción de un sistema Socialista de
Producción” [ix]
Pero hasta
que la Democracia Socialista no se hubiese alcanzado, Rosa Luxemburgo
creía que la democracia formal, como se denominaba a la burguesa, debía ser
defendida y preservada.
“…‘Como
marxistas nunca fuimos fanáticos de la democracia formal’, escribe Trotsky. Es
cierto, nunca fuimos fanáticos de la democracia formal. Pero tampoco hemos sido
en modo alguno fanáticos del socialismo o del marxismo. ¿Esto significa que
tenemos el derecho (…) de tirar al canasto al socialismo o al marxismo cuando
nos incomodan? Trotsky y Lenin constituyen la negación viva de esta
posibilidad. Nosotros no fuimos nunca fanáticos de la democracia formal,
significa lo siguiente: siempre hemos distinguido el contenido social de la
forma política de la democracia burguesa, siempre supimos develar la semilla
amarga de la desigualdad de la sujeción social que se oculta dentro de la dulce
cáscara de la igualdad y de la libertad formales, no para rechazarlas, sino
para incitar a la clase obrera a no limitarse a la envoltura, a conquistar el
poder político para llenarlo con un nuevo contenido social. La misión histórica
del proletariado, una vez llegado al poder, es crear en lugar de una democracia
burguesa una democracia socialista y no abolir toda democracia.” [x]
Como podemos
observar hasta aquí, la defensa que realiza del modelo democrático es
permanente. La democracia formal es un escalón, una herramienta para ir en la
búsqueda de una democracia con contenido social. La democracia socialista.
En modo
alguno su crítica hacia la democracia burguesa permite pensar en su reemplazo
por un régimen que restrinja las libertades formales. A la democracia burguesa
se la supera con más democracia. La insuficiencia de las libertades burguesas
es completada en la democracia socialista, donde la libertad se amplia al
alcanzarse una verdadera igualdad.
¿Y cuales
son los principales valores que integran el modelo democrático que ella
defiende? La libertad de prensa, de reunión y de asociación; una opinión
pública fuerte y libre; una plena libertad de conciencia para todos los
individuos y amplia tolerancia para las diversas creencias y opiniones;
ilimitada libertad política y educación permanente de las masas; la celebración
de elecciones periódicas sobre la base del sufragio universal.
Declaraba que
“Es un hecho
notorio e incontestable que sin una ilimitada libertad de prensa, sin una vida
libre de asociación y de reunión, es totalmente imposible concebir el dominio
de las grandes masas populares.” [xi]
(…) “Sin
elecciones generales, libertad de prensa y de reunión ilimitada, lucha libre de
opinión y en toda institución pública, la vida se extingue, se torna aparente y
lo único activo que queda es la burocracia.” [xii]
Ella volvía
a poner en el centro de la escena a la libertad. Sin libertad no hay
democracia. La polémica que sostuvo con los bolcheviques sirve también para
rescatar la pureza de su concepción sobre la libertad. Ella insistía en que:
“La libertad
reservada sólo a los partidarios del gobierno, sólo a los miembros del partido
–por numerosos que ellos sean- no es libertad. La libertad es siempre
únicamente libertad para el que piensa de modo distinto. No es por fanatismo de
‘justicia’, sino porque todo lo que pueda haber de instructivo, saludable y
purificador en la libertad política depende de ella, y pierde toda eficacia
cuando la ‘libertad’ se vuelve un privilegio.” [xiii]
Siendo
consecuentes con su pensamiento, sería imposible aceptar la calificación de
Socialista o Socialismo Real, para formas de organización social basadas en la
autoridad del Partido Único.
Espontaneidad, masas y organización
La relación
entre las masas y el Partido fue un tema de permanente preocupación en el
pensamiento de Rosa Luxemburgo. Consideramos que el mismo está
íntimamente ligado a su visión integral de la democracia y la libertad.
Ella tomaba
como punto central de referencia las palabras de Marx en los Estatutos
generales de la Asociación Internacional de los Trabajadores, quien decía:
“…que la
emancipación de la clase obrera debe ser obra de los obreros mismos; que la
lucha por la emancipación de la clase obrera no es una lucha por privilegios y
monopolios de clase, sino por el establecimiento de derechos y deberes iguales
y por la abolición de todo dominio de clase…” [xiv]
La constante
apelación de Rosa Luxemburgo a las masas y su espontaneidad, hizo que
fuera considerada como la teórica de la espontaneidad revolucionaria, objeto de
durísimas críticas durante el período estalinista, y particularmente
reivindicada durante el mayo francés del ’68.
Entendemos,
sin embargo, que es un error interpretar la posición de Rosa Luxemburgo
como un ataque al Partido Político, o una desvalorización del mismo. Su ataque
es a la Partidocracia y al centralismo burocrático.
Tampoco
compartimos la visión de aquellos que señalan una aparente ambigüedad o
confusión en su discurso, [xv] que oscilaría entre el
apoyo al Partido, del cual siempre fue un miembro activo, y su insistente
defensa de la espontaneidad. El Partido Socialdemócrata es considerado parte
integrante de la clase trabajadora, y como tal, Rosa Luxemburgo le
asignaba un papel muy especial.
El propio Trotsky
reconocería en 1935 que
“Rosa
Luxemburgo comprendió y comenzó a combatir mucho antes que Lenin el papel de
freno del aparato osificado del partido y los sindicatos. Al tener en cuenta la
inevitable agravación de los antagonismos de clases, profetizó siempre la
inevitable entrada en escena, autónoma y elemental, de las masas en la
oposición a la voluntad y el itinerario fijado por las instancias oficiales. En
las grandes líneas, en relación con la historia, Rosa estaba en lo cierto.
(…) Nunca se
acantonó en la teoría pura de la espontaneidad (…) Rosa Luxemburgo se aplicó a
la educación previa del ala revolucionaria del proletariado y a unirla en lo
posible en una organización…” [xvi]
Al respecto,
lo primero que queremos resaltar es su certera aplicación del materialismo
histórico, y la comprensión de la inevitabilidad del derrumbe del sistema
capitalista. Inevitabilidad que no debe ser confundida con fatalismo. Dice en Teoría
y Praxis, de 1910:
“Evidentemente
nuestra causa va adelante a pesar de todo esto. Los adversarios trabajan por
ella tan incansablemente que no resulta ningún mérito especial que nuestra
simiente madure en cualquier condición. Pero finalmente esta no es la tarea del
partido de clase del proletariado: vivir únicamente de los pecados y errores de
sus adversarios y a pesar de los propios. De lo que se trata, por el contrario,
es de acelerar el curso de los acontecimientos por la propia actividad,
desencadenar no el mínimo sino el máximo de acción y de lucha de clases en cada
momento.” [xvii]
El Partido
debe desempeñar un rol activo en la movilización del proletariado. Dice en Huelga
de masas, Partidos y Sindicatos, de 1906:
“Si los
socialdemócratas, en tanto que núcleo organizado de la clase obrera, son la
vanguardia más importante del conjunto de los obreros, y si la claridad
política, la fuerza y la unidad del movimiento obrero surgen de dicha
organización, no se puede concebir a la movilización de clase del proletariado
como movilización de la minoría organizada. Toda lucha de clases verdaderamente
grande debe basarse en el apoyo y la colaboración de las más amplias masas. Una
estrategia para la lucha de clases que no cuente con ese apoyo, que se base en
una marcha puesta en escena por el pequeño sector bien entrenado del
proletariado, está destinada a terminar en un miserable fracaso.” [xviii]
Consideramos
que aquí es posible hallar el eje central de la argumentación de Rosa
Luxemburgo. Sus críticas van dirigidas a la falta de democracia que
implicaría un Partido cuya dirección esté separada de la masa.
El artículo Problemas
organizativos de la Socialdemocracia, de 1904, resulta sumamente
esclarecedor en este sentido. Prestemos atención a sus palabras.
“…El
centralismo socialdemócrata no puede basarse en la subordinación mecánica y la
obediencia ciega de los militantes a la dirección. Por ello el movimiento
socialdemócrata no puede permitir que se levante un muro hermético entre el
núcleo consciente del proletariado que ya está en el partido y su entorno popular,
los sectores sin partido del proletariado.
El
centralismo de Lenin descansa precisamente en estos dos principios:
1)
Subordinación ciega, hasta el último detalle, de todas las organizaciones al
centro, que es el único que decide, piensa y guía. 2) Rigurosa separación del
núcleo de revolucionarios organizados de su entorno social revolucionario.
(…) Es un
hecho que la socialdemocracia no está unida al proletariado. Es el
proletariado.
(…) Las
condiciones indispensables para la implantación del centralismo socialdemócrata
son: 1) la existencia de un gran contingente de obreros educados en la lucha
política, 2) la posibilidad de que los obreros desarrollen su actividad
política a través de la influencia directa en la vida pública, en la prensa del
partido, en congresos públicos, etcétera.
(…) El
centralismo socialista no es un factor absoluto aplicable a cualquier etapa del
movimiento obrero. Es una tendencia, que se vuelve real en proporción al
desarrollo y educación política adquiridos por la clase obrera en el curso de
su lucha.” [xix]
Las
diferencias entre ambos son evidentes.
Rosa
Luxemburgo no desconocía la importancia del llamado
centralismo socialdemócrata, pero entendía que el mismo es un resultado de la
evolución del movimiento obrero. Una tendencia que importa una participación
genuina, directa y con capacidad de decisión real de todo el proletariado, no
de un grupo de intelectuales iluminados que actúen en su nombre y
representación.
Por eso,
cuando en 1918 vuelve a referirse a las condiciones para la construcción de la
democracia socialista, la dictadura del proletariado, dirá:
“…Esta
dictadura debe ser obra de la clase y no de una pequeña minoría de dirigentes
en nombre de la clase, vale decir, debe salir al encuentro de la participación
activa de las masas, estar bajo su influencia directa, someterse al control de
una publicidad completa, emerger de la instrucción política acelerada de las
masas populares.”
En vista de
la profunda crisis por la que atraviesa actualmente el sistema de Partidos
Políticos en general, y la Socialdemocracia en particular, las palabras de Rosa
Luxemburgo cobran una dimensión que debemos revalorar.
Como bien decía Georgy Lukács, en 1921:
“…No es
debido al azar si Rosa Luxemburgo, que reconoció antes y con mayor claridad que
muchos otros el carácter esencialmente espontáneo de las acciones de masas
revolucionarias, haya visto con igual claridad, también antes que muchos otros,
cuál es el papel del partido en la revolución. (…) Rosa Luxemburgo comprendió
tempranamente que la organización es mucho más una consecuencia que una
condición previa del proceso revolucionario, de la misma manera que el
proletariado no puede constituirse en clase sino en y por ese proceso. En tal
proceso, que el partido no puede provocar ni evitar, le corresponde entonces el
elevado papel de ser el portador de la conciencia de clase del proletariado, la
conciencia de su misión histórica. (…) La concepción de Rosa Luxemburgo es la
fuente de la verdadera actividad revolucionaria.”
—o0o—
NOTAS
[i] Luxemburgo,
Rosa (1903); Estancamiento y crisis del marxismo”. En “Rosa Luxemburgo – Obras
Escogidas”; Argentina, 1976; T I, pág. 135.
[ii] Luxemburgo, Rosa
(1900); Reforma o Revolución; Buenos Aires, Argentina, 1969; pág. 89.
[iii] Luxemburgo, Rosa
(1900); Ob.cit.; pág. 58
[iv] Luxemburgo, Rosa
(1900); Ob.cit.; pág. 90.
[v] Díaz, Elías (1966);
Estado de Derecho y sociedad democrática; España, 1984; pág. 44.
[vi] Luxemburgo, Rosa
(1900); Ob.cit.; pág. 99/100
[vii] Rosa (1910); La
teoría y la praxis; en “Debate sobre la huelga de masas. Primera parte”, Cuadernos
de Pasado y Presente; México, 1978; pág. 235.
[viii] Luxemburgo, Rosa (1918);
Crítica de la Revolución Rusa; Argentina; pág. 126/128.
[ix] Kautsky, Karl (1918); The
Dictatorship of the Proletariat; traducción del inglés propia; en www.marxists.org/archive/kautsky/1918/dictprole/ch03.htm
Capítulos III y V.
[x] Luxemburgo, Rosa (1918);
Ob.cit.; pág. 127.
[xi] Ibidem.; pág. 118.
[xii] Ibidem.; pág.
123.Luxemburgo, Rosa (1918);
[xiii] Luxemburgo, Rosa (1918);
Crítica de la Revolución Rusa; traducción de José Aricó, y estudio preliminar
de Georg Lukács. Buenos Aires, Argentina, 1969. Pág. 119
[xiv] Marx, Carlos (1871);
Estatutos Generales de la Asociación Internacional de los Trabajadores; en
“Marx-Engels, Obras Escogidas”; Editorial Progreso, Moscú, 1955; TI, pág. 363.
[xv] Ver la obra de Daniel Guèrin
Rosa Luxemburg o La espontaneidad revolucionaria; Argentina, 2003. Este libro
puede leerse completo en: http://www.quijotelibros.com.ar/anarres/Rosa_Luxemburgo.pdf
[xvi]Trotsky, León (1935);
Luxemburg y la IV Internacional; en www.marxists.org/archive/trotsky
[xvii] Luxemburgo, Rosa (1910);
Ob.cit.; pág. 273.
[xviii] Luxemburgo, Rosa (1906);
Huelga de masas, Partido y Sindicatos. Ob.cit.; T I, pág. 235
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