Dejamos una de las obras de Rosa Luxembug “La acumulación del capital” -descargar aquí-, y
como apoyo, una guía de lectura que si bien no sustituye la lectura del texto la
facilita:
por Juan
A. Pérez López
1. INTRODUCCION
La
acumulación del capital constituye la obra más importante
de Rosa Luxemburg y está considerada -según la opinión de sus
comentadores como una crítica marxista de Marx-. El libro, dado
el confusionismo y falta de rigor de algunos de sus razonamientos, se presta a
notable crítica –por parte de los mismos marxistas- y resulta difícil de
interpretar. La introducción a la edición inglesa, escrita por Joan Robinson,
intenta poner de relieve lo que de valioso pueda tener la contribución de Rosa
Luxemburg, para un análisis marxista del proceso de evolución capitalista.
Por supuesto, la propia Joan Robinson reconoce que otros autores
marxistas han interpretado a Rosa Luxemburg de modo diferente llegando,
incluso, a presentar sus teorías como irredeemable nonsense (irremediablemente
carentes de sentido).
2. CONTENIDO DE LA OBRA
En la
exposición del contenido de este libro se seguirá la misma división en tres
Secciones que lo componen. A continuación se enumeran dichas Secciones,
expresando los capítulos que integran cada una de ellas, y una breve exposición
de la temática que se desarrollará después, al exponer el contenido de cada
Sección.
Sección primera: El problema de la reproducción
del capital
(Cap. I al
IX). Es una introducción a los modelos de Marx
para la reproducción simple y reproducción ampliada del capital social. Sobre
la base del modelo para la reproducción ampliada -que supone expansión de la
producción y acumulación del capital social-, Rosa Luxemburg tratará de
explicitar el problema que constituye el eje de su investigación. Incluye una
crítica a Adam Smith y a Quesnay.
Sección segunda: Exposición histórica del
problema
(Cap. X al
XXIV). Se exponen en esta Sección tres polémicas
históricas que afectan al tema que ocupa a la autora. La primera contrapone las
ideas de Sismondi y Malthus a las de Say, David Ricardo
y Mac Culloch. La segunda las de Rodbertus a las de Von
Kirchmann y la tercera es una polémica entre los marxistas legalistas rusos
Struve, Bulgakov y Tugan-Baranovski contra los socialistas
populistas Vorontsov y Nikolayon.
Sección tercera: Las condiciones históricas de
la acumulación (Cap. XXV al XXXII).
En esta
sección la autora desarrolla su propia teoría intentando mostrar cómo es
condición necesaria del desarrollo capitalista la invasión de las economías
primitivas, así como el proceso a través del cual las destruye.
a) Sección primera (El problema de la
reproducción del capital)
Ya en el
primer capítulo apunta Rosa Luxemburg cuál es el problema que va a
investigar. Se trata del análisis de las condiciones necesarias para que una
economía capitalista pueda desarrollarse, es decir, las condiciones que han de
darse respecto a los medios de producción, mano de obra y mercados (demanda
efectiva) para que una economía organizada según el modo capitalista de
producción pueda seguir incrementando su capital social.
En síntesis su planteamiento puede esquematizarse
del modo siguiente:
a) Dado que
el conjunto de capitalistas busca necesariamente la acumulación de capital
(como medio para apropiarse de una plusvalía creciente);
b) y dado
que el proceso de acumulación supone que han de darse los siguientes pasos:
1.
Producción de mercancías.
2.
Circulación y realización de la plusvalía contenida. en las mercancías
producidas.
3.
Capitalización de parte de esa plusvalía a través de su inversión en medios de
producción, que pasan a incrementar el conjunto de bienes que constituye el
capital social.
4. Nuevo
comienzo del proceso a un nivel de producción superior.
c) Hay,
pues, que explicar cómo es posible que los capitalistas encuentren:
1. La
demanda efectiva que es necesaria para absorber esa mayor producción a la que
da origen el proceso de acumulación del capital.
2. Los
medios de producción que permitan efectivamente invertir la parte de plusvalía
que han decidido capitalizar.
3. La mano
de obra necesaria para abordar la producción ampliada.
4. Medios de
pago necesarios para realizar el proceso de intercambio de la producción
ampliada.
5. Además
-señala Rosa Luxemburg- todos estos elementos han de encontrarse en las
«proporciones adecuadas».
Los
restantes capítulos de esta Sección tienen por objeto poner de relieve cómo,
hasta Marx, no se plantea claramente el problema de la reproducción del
capital social. «Los economistas burgueses nunca han sido plenamente
conscientes del problema… ; nunca han sido capaces de formularlo con precisión
y mucho menos de resolverlo» (p. 31).
A
continuación, Rosa Luxemburg introduce el modelo para la reproducción
simple del capital social -es decir, sin acumulación de capital en sucesivos
períodos- que Marx expone en el volumen II de El Capital. Aunque
el intento de la autora sea realizar el análisis de las condiciones necesarias
para la reproducción ampliada –capital creciente-, que es el caso real de una
economía en desarrollo, se detiene en el análisis de la reproducción simple
-que fue completado por el propio Marx- para mejor aislar los problemas
específicos que surgen en el caso de que haya acumulación del capital.
Como ella
misma pone de relieve, Marx no llegó a completar el análisis de las
condiciones necesarias para que el proceso de reproducción ampliada pueda tener
lugar. A partir del modelo aritmético esbozado por Marx para representar
dicho proceso [1], Rosa Luxemburg deduce
que han de darse tres condiciones para que pueda ampliarse la producción, a
saber:
1) La
sociedad debe disponer de una cantidad creciente de mano de obra para ser
empleada.
2) En cada
período, las necesidades inmediatas de la sociedad han de permitir que parte de
la producción se destine a incrementar el capital social, es decir, que no se
consuma el total producido (posibilidad de ahorrar).
3) La
producción de bienes de equipo debe ser suficiente para que se pueda
incrementar materialmente el capital social (posibilidad de invertir) (dr. p.
1.31) .
Esos tres
puntos parecen constituir las condiciones para la reproducción ampliada, tanto
si se trata de un sistema socialista planificado como si se trata de un sistema
capitalista. [2]
Queda, sin
embargo, por comprobar, si esas tres condiciones son suficientes para asegurar
que la acumulación puede darse en el contexto de una economía capitalista. En
este caso -afirma Rosa Luxembug- se requiere una nueva condición: La
demanda efectiva (disociada de las necesidades reales de los trabajadores,
según la tesis marxista) debe crecer también, dado que su existencia es conditio
sine qua non para que los capitalistas deciden invertir. Su pregunta, pues,
será la siguiente: ¿De dónde viene esa demanda efectiva continuamente
creciente, que asegura las nuevas inversiones, es decir, que asegura un
estímulo al conjunto de los capitalistas para expandir la producción global?
Para Rosa
Luxembug parece resultar impensable un crecimiento de los salarios reales
de los trabajadores como fuente de demanda efectiva (pues esto iría en contra de
la tesis marxista de la progresiva depauperación de la clase proletaria).
Tampoco le satisface, para, explicar el crecimiento de la demanda efectiva, la
teoría del aumento de las necesidades de bienes de capital debido al progreso
técnico (de hecho arremete fuertemente contra Tugan-Baranovski que
mantuvo esta explicación; aunque las razones de su enfado parecen ser puramente
«ideológicas»: repugnancia a que por este camino pudiera demostrarse la
auto-perpetuación del sistema capitalista).
En
consecuencia, dicha demanda ha de buscarse fuera del ámbito de la
economía capitalista. Con este planteamiento termina la Sección primera, va
afirmando en síntesis: «La realización de la plusvalía fuera de las dos
únicas clases sociales (capitalistas y trabajadores) parece ser indispensable
del mismo modo que parece ser imposible. La (explicación de la…) acumulación de
capital ha sido atrapada en un círculo vicioso. El volumen II de El Capital no
ofrece ninguna solución» (p. 165).
Según Rosa
Luxemburg esta omisión de Marx se explica porque «Marx acentuó
repetidas veces y resaltó el hecho de que consideraba la renovación del capital
fijo … como el problema más difícil e importante de la reproducción. El otro
problema, el de la acumulación, i.e. realización de la plusvalía con el fin de
capitalizarla, fue así dejado en el trasfondo y Marx apenas lo trató» (p.
169).
Con el
problema ya definido, Rosa Luxemburg pasa a analizar en la siguiente
Sección los intentos de otros economistas -anteriores y posteriores a Marx-
por resolver la cuestión de «si la acumulación de capital es posible en la
práctica» (p. 170), cuestión que -para ella- se reduce a la de la
existencia de una demanda efectiva fuera de la sociedad capitalista, que
signifique un incentivo suficiente para que los capitalistas inviertan,
buscando incrementar la producción para realizar la plusvalía correspondiente
al satisfacer dicha demanda.
b. Sección segunda (Exposición histórica del
problema)
Tal como
Joan Robinson apunta en la Introducción (p. 22), Rosa Luxemburg
trata a todos los autores sujetos a examen en esta Sección con notable
sarcasmo, descartando sus análisis por inútiles, aunque los argumentos de la
autora para llegar a esa conclusión son en algunos casos débiles e inadecuados.
De hecho, algunos de esos autores están directamente preocupados por problemas
que tienen que ver tan sólo de modo indirecto o complementario con el que
directamente interesa a la autora. Esta parece ignorar dichos problemas o, por
lo menos, no parece darles importancia (como ejemplo puede citarse el problema
del equilibrio entre ahorro e inversión).
Es
ilustrativa de la línea de pensamiento que sigue Rosa Luxemburg la
crítica que realiza de las ideas de Tugan-Baranovski: «El enfoque de
Tugan-Baranovski, según el cual la producción capitalista puede crear mercados
ilimitados y es independiente del consumo, le lleva directamente a la tesis de
Say y Ricardo, es decir, a un equilibrio natural entre producción y consumo,
entre oferta y demanda» (p. 324); «La cuestión era si el capitalismo en
general, y el capitalismo ruso en particular, es capaz de desarrollarse; estos
marxistas (Struve, Bulgakov y Tugan-Baranovski), sin embargo, probaron su
capacidad hasta el extremo de ofrecer una prueba teórica de que el capitalismo
puede continuar indefinidamente» (p. 325). En último término buscan probar
la destrucción del capitalismo acudiendo a otros factores [3] «destruyendo -en
opinión de Rosa Luxemburg- todos los argumentos objetivos de carácter
económico que dan soporte al socialismo».
Todo el
problema reside en que Tugan-Baranovski, partiendo del modelo para la
reproducción ampliada de Marx, sostiene que la demanda debida al
crecimiento del capital fijo en ambos departamentos de producción permite un
proceso de acumulación ad infinitum. Para Rosa Luxemburg esto no
es más que «jugar con números dentro del modelo».
Ella lo que
busca en último término es demostrar que por pura necesidad lógica, el sistema
capitalista ha de desintegrarse y que, si aún no se ha desintegrado, se debe
únicamente a que todavía existe una demanda efectiva fuera del sistema que
permite que la acumulación del capital continúe. Esta, que parece ser su tesis
central, la desarrolla en la siguiente Sección.
c) Sección tercera (Las condiciones históricas
de la acumulación)
Comienza Rosa
Luxemburg esta tercera parte intentado probar que el modelo que Marx
había sugerido para la reproducción ampliada es incongruente con las propias
teorías de Marx al respecto:
«La
acumulación, según indica el modelo, sigue su curso, pero no queda indicado de
ningún modo quién se va a beneficiar con dicha acumulación, quiénes son los
nuevos consumidores para quienes la producción se amplía. El modelo supone, por
ejemplo, el siguiente proceso: la industria del carbón se desarrolla a fin de
servir a la expansión de la industria siderúrgica; ésta, a su vez, incrementa
la producción para servir a la industria de fabricación de maquinaria, lo cual
sirve para ampliar la producción de bienes de consumo. Esta última ampliación sirve,
finalmente, para mantener tanto a los propios trabajadores como a la creciente
masa de mano de obra en las otras industrias que han aumentando su producción.
El proceso puede seguir de idéntico modo ad infinitumo Estaríamos en un
movimiento circular bastante parecido al que supone la teoría de Tugan
Baranovski. Considerado aisladamente el modelo de Marx permite de hecho una tal
interpretación, puesto que él mismo explícitamente afirma una y otra vez que
intenta presentar el proceso de acumulación del capital social en una sociedad
compuesta únicamente de capitalistas y trabajadores» (p. 330 s.). «Sobre este
supuesto, sin embargo, su modelo no permite ninguna otra interpretación aparte
de la de la producción por la producción misma» (p. 333).
Es evidente
para Rosa Luxemburg que, si se entiende adecuadamente todo lo que Marx
dice acerca del proceso de acumulación capitalista –particularmente en el
volumen Il de El Capital-, se -aprecia claramente que el modelo del
propio Marx para la reproducción ampliada es muy deficiente, es decir:
un examen crítico del modelo a la luz de las teorías de Marx revela que
existen incongruencias en el mismo. De modo particular -señala- el modelo
contradice la concepción del curso que seguirá el capitalismo, apuntada por Marx
en el volumen III de El Capital. «Esta concepción se basa
precisamente en la contradicción intrínseca entre la capacidad ilimitada de
expansión de las fuerzas productivas y la capacidad limitada de expansión del
consumo social bajo las condiciones de distribución propias del sistema
capitalista» (p. 343).
En síntesis
-concluye la autora-, según Marx, es condición necesaria para la
acumulación capitalista la expansión del mercado, entendiendo como tal un
mercado que trascienda el propio consumo de los capitalistas y trabajadores.
Para
ilustrar este punto en términos del modelo de Marx para la producción
ampliada, propone una generalización de dicho modelo introduciendo en el mismo
el progreso técnico (a través de una creciente productividad de la mano de
obra, crecimiento del capital fijo respecto al valor total producido y
crecimiento de la relación entre la plusvalía y el capital variable). Los
cálculos que realiza en base a este nuevo modelo [4] hacen aparecer un
desequilibrio entre la producción del departamento de bienes de equipo -que no
alcanzan las necesidades de capital fijo de ambos departamentos-, y la
producción del departamento de bienes de consumo -que, por el contrario, arroja
un excedente sobre las necesidades de consumo del conjunto-o Rosa Luxemburg
parece quedar convencida con esta ilustración de que la acumulación es
estrictamente imposible, si nos movemos exclusivamente en el ámbito de una
economía capitalista cerrada. [5]
Ahora bien,
si la acumulación es imposible en el contexto de una economía exclusivamente
capitalista, ¿cómo se explica el proceso histórico de acumulación? «El
modelo de Marx para la reproducción ampliada no puede explicar el proceso
histórico real de la acumulación. Y ¿cuál es la razón? A causa de las premisas
sobre las que está construido. El modelo intenta describir el proceso de
acumulación, suponiendo que los capitalistas y los trabajadores son los únicos
consumidores de la producción» (p. 348).
Ese «mercado
externo» que, al permitir la colocación de la producción ampliada de las
economías capitalistas, explica el hecho histórico real de la acumulación, lo
encuentra Rosa Luxemburg en la existencia real histórica de un entorno
social no-capitalista que ha ido absorbiendo los productos del capitalismo,
suministrándole a su vez otros más elementales (materias primas, etc.), junto
con mano de obra para ser empleada en la producción capitalista. Si el
capitalismo no ha muerto ya, se debe únicamente a que ha tenido la posibilidad
de ir invadiendo esas sociedades no capitalistas de su entorno.
El proceso
de invasión es descrito en detalle a partir de este punto: El capitalismo surge
y se desarrolla históricamente en medio de una sociedad no capitalista. El
capitalismo europeo (una vez consolidado) se encuentra a su vez rodeado por
grandes territorios ocupados por civilizaciones no-europeas que presentan
diferentes niveles de desarrollo. Es este el marco adecuado para la acumulación
del capital. La existencia y el desarrollo del capitalismo requieren un entorno
de formas de producción no-capitalistas, pero no todas esas sirven para aquel
fin. El capitalismo necesita estamentos sociales no capitalistas como mercado
para realizar la plusvalía, como fuente de medios de producción y como reserva
de mano de obra. Para todos estos fines las formas de producción basadas sobre
una economía natural no son útiles al capitalismo. Una economía natural choca
con las demandas del capitalismo, presentando rígidas barreras a cada paso. El
capitalismo tiene que luchar siempre, y en todas partes, una batalla para
aniquilar cualquier forma histórica de economía natural que encuentre. Los
principales métodos de esta lucha son: la fuerza política (revolución, guerra),
las cargas fiscales agobiantes que impone el Estado y el suministro de
mercancías baratas.
Más en
concreto, en su lucha contra las sociedades basadas en una economía natural, el
capital persigue las siguientes metas:
1) La
obtención de fuentes importantes de fuerzas productivas: tierra, caza,
minerales.
2) La
«liberación» de mano de obra para someterla al servicio de la producción capitalista.
3) La
introducción de una economía de intercambio de productos.
4) La
separación del comercio y la agricultutura (cfr. pp. 368-369).
Como
ejemplos históricos de los estados iniciales de la lucha del capital contra las
economías naturales, la autora ofrece una viva descripción de las políticas
seguidas por Inglaterra en la India y por Francia en Argelia.
Más adelante
continúa: «La segunda condición de importancia para la adquisición de medios
de producción y para realizar la plusvalía es la introducción de una economía
basada en el intercambio de productos, en sustitución de la economía natural en
que estaban basadas las sociedades (primitivas invadidas), tan pronto como su
independencia ha sido eliminada, o más bien, a lo largo del propio proceso de
eliminación. El capital necesita comprar los productos de todos los estamentos
y sociedades no capitalistas y vender sus mercancías a los mismos» (p.
386).
Para
facilitar dicho proceso «la marcha triunfante de la economía de intercambio
comienza en la mayoría de los casos con grandes construcciones destinadas a
facilitar el transporte (ferrocarriles, túneles, etc.)» (p. 386). Rosa
Luxemburg ilustra este proceso con una larga y dramática descripción de las
«guerras del opio» en China.
Por último
tenemos que «una fase final importante en la campaña contra las economías
naturales es la de separar la industria de la agricultura, la eliminación de
las industrias rurales propias de una economía agraria. Es un fenómeno
recurrente en el desarrollo de la producción capitalista que, una rama
industrial tras otra, es aislada, separada del medio rural, y concentrada en
fábricas para la producción en masa» (p. 395).
Para ilustrar históricamente el proceso describe
los avatares de los granjeros de Estados Unidos y la colonización británica en
Sudáfrica. La síntesis de todas sus descripciones es, de nuevo, su tesis
inicial:
«El proceso
de acumulación lleva en todas partes a sustituir la economía natural por una
economía de intercambio de productos. El objetivo último, sin embargo, es el
establecer el dominio exclusivo y universal del modo de producción capitalista
para todos los países y todas las ramas industriales».
«Sin embargo
este proceso no conduce a ninguna parte. Tan pronto como este resultado final
fuese alcanzado -en teoría, naturalmente, porque nunca podrá darse en la
realidad (la autora está pensando en que la revolución proletaria no dejará que
se llegue históricamente a ese punto terminal teórico)- la acumulación tiene
que terminar. La realización y capitalización de la plusvalía es imposible que
se lleve a efecto. Tan pronto como la realidad comience a corresponder a las
condiciones de formulación del modelo de Marx para la reproducción ampliada, el
final de la acumulación está a la vista, ha alcanzado sus límites y la
producción capitalista está in extremis. Para el capital, el final de la
acumulación significa que el desarrollo de las fuerzas productivas se ha
frenado y el colapso del capitalismo se seguirá inevitablemente, como una
necesidad histórica objetiva. Esta es la razón que explica el comportamiento
contradictorio del capitalismo en el estadio final de su carrera histórica: el
imperialismo».
«El modelo
de Marx para la reproducción ampliada no sirve, pues, para expresar las
condiciones reales de la acumulación. La acumulación progresiva no puede
reducirse a las relaciones estáticas e interdependencias entre los dos grandes
departamentos de producción (el de bienes de inversión y el de bienes de
consumo) tal como aparecen en el modelo. La acumulación exige algo más que unas
relaciones internas entre las ramas de una economía capitalista; significa
primariamente una relación entre el capitalismo y un entorno no capitalista. El
modelo de Marx para la reproducción ampliada representa tan sólo la reflexión teórica
del momento preciso cuando el dominio del capital ha alcanzado sus límites, y
así no es menos ficticio que el modelo para la reproducción simple -que
presenta la formulación teórica del punto de partida-o La definición precisa de
la acumulación capitalista y de su leyes se encuentra entre ambos puntos» (pp.
417-418).
Siguen
finalmente tres capítulos sobre préstamos internacionales, tarifas aduaneras
proteccionistas y militarismo en sus relaciones con la acumulación del capital,
pero nada añaden ya a la tesis central de la autora.
3. VALORACION CRITICA
Las tesis de Rosa Luxemburg en este libro
podrían sintetizarse del modo siguiente:
1.° El
colapso del capitalismo ha de producirse de modo necesario -como una necesidad
histórica objetiva-, debido a que las condiciones necesarias para la
acumulación del capital no pueden existir en una sociedad capitalista cerrada,
es decir, en una sociedad que no tenga abierta la posibilidad de interacción
con un entorno pre-capitalista.
2.° Si el
capitalismo aún sobrevive como forma histórica se debe a que ha venido
encontrando en su entorno sociedades de economía más primitivas a las que ir
invadiendo. Pero, a, través del propio proceso de invasión, las convierte
necesariamente en economías capitalistas, eliminando de ese modo las
condiciones necesarias para la propia supervivencia.
Formalmente
hablando, no se puede tan siquiera decir que Rosa Luxemburg haya
abordado seriamente la prueba de dichas tesis. Respecto a la primera, lo único
que aporta en su libro es una modificación del modelo de Marx para la
reproducción ampliada introduciendo en el mismo el desarrollo técnico, a fin de
ilustrar numéricamente cómo, en el caso elegido, se produciría una falta de
equilibrio en el sistema.
De hecho – y
como repetidamente pone de relieve a lo largo del libro- esta imposibilidad de
un sistema capitalista, para que dentro de él se genere la demanda efectiva
necesaria para estimular las inversiones en que ha de materializarse la
acumulación el capital, constituye prácticamente una convicción a la que se
adhiere firmemente, porque encuentra que es el único modo de conciliar el a
priori del desequilibrio (en un sistema capitalista) entre capacidades
productivas y necesidades de consumo, con el desarrollo de la economía
capitalista -como hecho observable-, sin caer en la explicación dada por Tugan-Baranovski
(que supone la renuncia a una prueba económica de la desintegración del sistema
capitalista por su misma dialéctica interna).
Es
ilustrativo poner de relieve la lógica interna de esta postura de Rosa
Luxemburg. Efectivamente, una vez que se acepta (como lo hace Marx)
que la acumulación del capital es algo que necesariamente ha de darse, no cabe
duda que dicha acumulación ha de materializarse en inversiones, que los
capitalistas harán tan sólo si encuentran un incentivo, y ese incentivo está
condicionado por una demanda efectiva que les asegure la realización de las
plusvalías crecientes de las que apoderarse a través del proceso productivo
generado por las nuevas inversiones. Así pues, en el origen y naturaleza de esa
demanda efectiva se ha de encontrar la clave que permita que al ir
satisfaciendola -aunque sólo sea como medio para realizar la plusvalía- se está
al mismo tiempo dejando cada vez más insatisfecha esa demanda potencial que supone
las necesidades de consumo de los trabajadores. Suponer que esa demanda
efectiva se da tan sólo «fuera del sistema» elimina de raíz un problema
espinoso para el marxismo, concretamente el problema de si, a pesar de los
desequilibrios sociales de las que ellos llaman economías capitalistas, todavía
distan de ser esa abstracción teórica e irreal que Marx denomina
capitalismo, y evita tratar el incómodo tema -dentro de una ideología marxista-
de si los salarios reales de los trabajadores (una de las fuentes de demanda
efectiva dentro del sistema) se alejan o no cada vez más de ese «mínimo
nivel de subsistencia y reproducción» al que, según Marx, tendrían
que tender inexorablemente. Evita, en último término, plantearse de frente el
tema de si los sistemas económicos reales están produciendo o no esa
depauperación creciente característica del modelo teórico llamado capitalismo.
Respecto a
la segunda tesis de Rosa Luxemburg, cabe decir únicamente que todo lo
que hace es sencillamente ilustrarla, interpretando algunos hechos históricos
de acuerdo con los más estrictos cánones del materialismo marxista. Desde las
guerras hasta las persecuciones de los cristianos no existe otro objeto que no
sea el de abrir nuevos mercados para la producción capitalista. En todas las
descripciones que realiza, cualquier observador medio y sin prejuicios podría
encontrar motivos para explicar los hechos que, en algunos casos, aún serían
más rastreros que los puramente económicos, y en otros casos serían mucho más
nobles. Naturalmente a Rosa Luxemburg no le preocupa el tema porque no
busca descubrir una explicación de aquellos hechos históricos, sino tan sólo «ilustrar»
un postulado al que está plenamente adherida: el materialismo histórico.
La
acumulación del capital tiene por objeto completar el
análisis de Marx en un punto particular, desarrollando una teoría capaz
de explicar la supervivencia temporal de los sistemas capitalistas. Los
postulados centrales del marxismo son punto de partida de todos los
razonamientos de la autora, sobre todo a través de las consecuencias que de los
mismos se derivan en el plano económico. En esta valoración nos limitaremos a
resaltar aquellos aspectos de la doctrina marxista que más directamente han
condicionado el pensamiento de la autora y, sobre todo, el planteamiento de su
problema.
La economía
marxista -al igual que ocurre con cualquier otro aspecto de la teoría- tiene su
único soporte en unos postulados de carácter filosófico. El problema específico
de la economía es que ese sacrificio de la realidad -que ha de ser descartada
como «apariencia», para salvar la coherencia interna de las tesis
marxistas- le resulta especialmente arduo porque entraña la negación de
verdades que, aún siendo de escasa categoría ontológica, son muy inmediatamente
experimentables. De ahí que los economistas marxistas tengan que ir
reinterpretando y reelaborando su interpretación de los fenómenos
histórico-económicos para salvar los postulados fundamentales del marxismo. De
hecho, y en cuanto científicos, sus dificultades les vienen más bien del lado
de la realidad misma -que se resiste a ser interpretada con las categorías
apriorísticas del pensamiento marxista- que no del lado de la ciencia económica
no marxista. Desgraciadamente, los supuestos filosóficos que se encuentran en
la base de los desarrollos formales de la mayor parte de la ciencia económica
no marxista son también materialistas y, valga la expresión, de un materialismo
más «ingenuo» que el marxista. Falta una ciencia suficientemente elaborada que
analice los fenómenos económicos como fenómenos específicamente humanos, y
falta porque la economía como ciencia nació en momentos de declive del
pensamiento filosófico, siendo por ello incapaz de conectar con las grandes
verdades metafísicas para hacerlas vigentes dentro de sus métodos propios y de
su esquema analítico. El problema central de la economía como ciencia del
hombre es el problema de la adecuación entre la producción y las necesidades.
Las respuestas a este problema -sean explícitas o implícitas-, por parte de los
desarrollos teóricos al uso, son igualmente triviales, y suponen una
imagen del hombre o de la sociedad que ya implica en el punto de partida la
solución posterior del problema. Las teorías puras al respecto son: la
clásica (los motivos que llevan a producir están tan naturalmente ligados
con las necesidades de quienes producen que el equilibrio es inevitable a largo
plazo) y, su opuesta, la marxista (los motivos que llevan a producir en
un sistema de libre empresa están tan naturalmente disociados de las
necesidades de los productores que el desequilibrio entre producción y
necesidades hace inviable el sistema a largo plazo).
El correlato
técnico de este problema es el de la congruencia o incongruencia de la demanda
efectiva -que pone en marcha el proceso inversión producción- con la demanda
potencial, que representa las necesidades insatisfechas. Da la impresión de
que hace falta una fuerte dosis de apriorismo y un empeño notable en no mirar a
la realidad si se quiere prestar adhesión plena, tanto a la postura liberalista
pura (el sistema económico garantiza esa congruencia cuando cada individuo
busca su propio interés), como a la marxista (la búsqueda del interés
individual supone necesariamente la incongruencia entre ambas). Ambas son puras
abstracciones que, para ser siquiera interpretadas, suponen la solución de un
problema meta-económico, puesto que dependen fundamentalmente del contenido de
los denominados «intereses individuales».
La verdadera
naturaleza de la cuestión aparece tan sólo a nivel de la ciencia ética. A ese
nivel queda claro que si, por «interés individual» se entiende «intereses
egoístas inmediatos» del individuo, la vida social se hace imposible de
raíz. No es que se haga posible con un sistema e imposible con otros, es que no
hay organización social posible porque no hay sociedad humana en sentido
estricto (lo más que se tendría sería un grupo biológico degenerativo e
inestable). Claro está que a ese nivel -al nivel ético -ya aparecen
explicitadas las dimensiones más radicales del hombre y, una vez en ese
terreno, es difícil cerrar los ojos ante el absurdo que suponen las hipótesis
materialistas y el caprichoso apriorismo de sus postulados. A ese nivel queda
bien explicado algo tan elemental como que el hombre puede comportarse de modo
egoísta o de modo contrario. Aparece la historia como un quehacer del hombre,
capaz de configurar la realidad histórica a través de sus decisiones concretas
en las que va ejercitando la libertad que tiene para encerrarse en sí mismo o
para trascenderse. Aparece la posibilidad de formas históricas concretas de
relación social, que serán más o menos justas dependiendo de la mayor o menor
justicia de los individuos que contribuyen a darles vida. Ya San Agustín
dejó hace siglos formulados los dos grandes límites entre los que se moverían
las realidades históricas concretas y cual era su fundamento último; el amor a
sí mismo hasta el desprecio de Dios, que lleva al hombre a construir una ciudad
terrena, animal y diabólica, o el amor a Dios hasta el desprecio de sí mismo
que le lleva, a construir una ciudad celestial. La libertad del hombre le
permite elegir el camino, pero, una vez elegido, es muy difícil evitar que le
lleve a donde el camino conduce.
Un
científico que trabaje con una visión completa de lo real, no se encuentra en
la disyuntiva que motiva el trabajo de Rosa Luxemburg, no se encuentra
con el pseudo-problema de cómo manipular una ciencia para poder explicar de un
lado los fenómenos que inmediatamente constituyen su objeto, salvando de otra
parte unos postulados ideológicos que afirman la necesidad de ciertas
consecuencias en el ámbito de dicha ciencia. Pedir a la economía que explique
la realidad sobre la base de que las únicas posibilidades reales aún abiertas
para organizar la producción son esos modelos abstractos que el marxismo
denomina «capitalismo » y «socialismo», es una reducción semejante a la que
significaría el pedir a la física que explicase el movimiento real de los
cuerpos sobre el supuesto de que sólo hay cuerpos infinitamente elásticos e
infinitamente rígidos. Una restricción tan poco realista no tiene más remedio
que manifestarse a través de pseudo-problemas, es decir, a través de problemas
que no se dan en la realidad, sino tan sólo en la mente del reduccionista
empeñado a toda costa en salvar sus ideas apriorísticas frente a una realidad
que las desborda.
NOTAS
[1] El modelo recoge las
relaciones que han de darse entre las producciones de los dos grandes
departamentos productivos en que divide la economía: Departamento de
producción de bienes de equipo y materias primas (Dep. 1) y Departamento
de producción de bienes de consumo (Dep. n). Dichas relaciones son:
- La
producción del Dep. 1 ha de ser suficiente para reponer el desgaste de equipo y
materias primas de ambos departamentos, más las nuevas inversiones tanto
propias como del Dep. n.
- La
producción del Dep. n ha de alcanzar a cubrir el consumo de capitalistas y
obreros de ambos departamentos.
[2] Es de advertir que para Rosa
Luxemburg esta verificación la exime de tratar en adelante de esos
problemas específicos. Para ella es una aseveración incuestionable que un
sistema socialista planificado los resuelve «automáticamente». En todo caso,
habría que probar -según ella- que un sistema capitalista es capaz de
resolverlos, aunque sólo marginalmente formulará críticas al capitalismo
desde ese punto de vista por ser extraño a su argumentación central. Desde
un punto de vista histórico, la preocupación de los marxistas respecto a las
quiebras técnicas de la organización centralizada de la producción es
posterior a Rosa Luxemburg,
[3] Efectivamente esto es así, y
Rosa Luxemburg reconoce la naturaleza de la prueba que quiere dar
Tugan-Baranovski, ¡es una prueba de carácter ético! Es cierto que a este
nivel -al nivel ético- es fácil probar que si existiese un sistema tan
injusto como el que describe Marx bajo el nombre de «capitalismo», un
sistema que deshumanizase a los hombres cada vez más (en un sentido
real de deshumanización, no simplemente identificándola con el
hecho de que presten sus servicios a cambio de una retribución que puede
ser escasa o no) dicho sistema no podría sobrevivir. De aquí la tendencia
a llevar la prueba de la autodestrucción del capitalismo a planos superiores al
económico. Pero Rosa Luxemburg se revela en esto como una marxista
ortodoxa, ¡antes renunciar a la prueba que aceptarla a ese nivel! Y esta
convicción le hará incluso incurrir en contradicciones al nivel científico,
pero no le hará perder su confianza. Porque -y ésta es la tragedia del
pensamiento marxista- la aceptación de una ley imposible de verificar o de
reducir a leyes económicas significa rechazar el materialismo dialéctico: la
realidad (material) no se explicaría a sí misma.
[4] Que, entre otras cosas, al
mantener los salarios reales constantes, resulta asignar -contra lo que Marx
afirma en uno de sus «postulados»- un coeficiente de beneficio para el
capital que no sólo no tiende a decrecer, sino que crece.
[5] De hecho, como muestra Joan
Robinson en la Introducción (p. 24), el razonamiento no es en
absoluto concluyente. Un punto central al respecto es el supuesto
implícito de que los ahorros de un departamento han de ser invertidos en
el propio departamento.
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