Por: Roland Denis
Si cabe una síntesis, el
fascismo como movimiento reaccionario y contrarrevolucionario extremo, en el
caso de Venezuela, en esencia no es más que una burbuja social que se expande,
desinfla y vuelve a renacer, de acuerdo a la misma desesperación de los sectores
tradicionales dominantes nacionales y transnacionales por controlar la
totalidad de la renta energética y garantizar el ordenamiento tremendamente
desigual de la sociedad que pueden sentir en peligro. Hoy se vuelve a activar,
aprovechando el deterioro profundo que sufre este lento proceso revolucionario,
tanto a nivel de gobierno como en sus bases populares. Su reaparición y
entrelazamiento con la “sociedad civil democrática” es una advertencia
clarísima al movimiento popular de que o convertimos este momento en una crisis
creadora y reactivadora de la voluntad revolucionaria colectiva, o mejor
empecemos a despedirnos de esta linda y traumática historia que hemos
construido en los últimos 25 años.
Antes de abordar la
situación veamos algunos elementos para entender el sujeto social proclive al
violentismo-fascismo en la actualidad
El sujeto fascista
- Su agitación se centra en
las capas medias y las clases trabajadoras estables, jugando a un discurso
democrático y una acción que expande su propia necesidad de violencia,
sustentada en odios simples nacidos del miedo a la igualdad y la pérdida de
privilegios.
- El hecho violento es
absolutamente necesario para estas franjas de la sociedad que viven de hecho en
un ambiente interno por lo general pleno de prejuicios sociales y culturales:
violencias familiares, encierro domiciliario y laboral, relaciones personales
que tienden a centrarse en el interés material y la salvación personal;
sublimada por la religión y valores tradicionales como identidad de grupo.
- Su “ideal de vida” lo
absorbe el consumo alienado, buscando el espacio ordenado de la casa, el centro
comercial, el hotel turístico, el placer mediático; siempre preestablecido y
acatando el ordenamiento que se ofrece como salida, en función de hacer
equivalentes las necesidades de placer social prometidas por la sociedad de
consumo y la ganancia capitalista.
- Un mundo tremendamente
violento por lo reprimido que vive y la ausencia de todo goce colectivo
realmente libre y abierto, donde el individuo se haga social en su
descubrimiento del mundo y no lo “hagan social” a la manera de modus vivendi
jerarquizado y encerrado de la sociedad de consumo y división social del
trabajo.
- El “fascio” desde su
nacimiento en la sociedad europea convulsionada por las rebeliones obreras del
principio del siglo veinte supo entender, primero, que tenía que ser masivo y “popular”,
ajeno aparentemente a las élites tradicionales. Y luego, que la respuesta
no-aristocrática, es decir, la respuesta a una pulsión revolucionaria que haga
puente con importantes franjas sociales, necesitaba situarse en sus propios
miedos y odios y no sólo en el narcisismo de las élites y la orden de
obediencia, que por lo general impulsaban los movimientos reaccionarios
comandados por las noblezas o la alta burguesía.
- El “fascio”, en ese
sentido, es un autentico movimiento social, un “movimiento de ciudadanos”
dirían ahora, siempre inorgánico y hasta espontáneo en apariencia, pero
terriblemente jerarquizado en su juego interno, promovido por cabecillas y
jefes inapelables.
-Por ello, el fascismo no
es sólo una expresión política de la violencia de las clases dominantes frente
a un movimiento de transformación promovido por las clases subalternas. Eso
siempre ha existido con la desigualdad social. Es un movimiento que se sitúa en
la necesidad de orden y esperanza individualizada de una franja de la sociedad
que ya ha sido totalmente amansada por el orden y los valores dominantes.
- Un movimiento donde el
esclavo “sienta liberarse” del miedo que le produce la insurgencia “del otro”
inferior que puede voltearle el mundo y poner en peligro sus estúpidos
privilegios.
- Por ello, aunque parezca
totalmente paradójico, el fascismo hoy reproduce exactamente la misma realidad
del consumo. Es una maravilla placentera, pacífico, humano y democrático, un
movimiento “de todos”. Es su cara comercial. Pero necesita a su vez ser
terriblemente violento en su realidad interna, al igual que un centro comercial
importante: lindo en sus fachadas, terriblemente represivo por dentro. La
violencia reaccionaria dirigida contra la persona o el símbolo odiado (el
médico cubano por ejemplo), y no contra el enemigo esclavizante como es el caso
de la violencia revolucionaria, es el momento fundamental de éxtasis que
necesita para desplegarse y sentirse fuerte.
- Así, el antecedente de
toda movilización de orden fascista, apelando al odio y la imposición de un
orden, es la violencia socio-política como acontecimiento inicial. Exactamente
como viene ocurriendo estos días en su primera fase de calle, magnificada de
una manera magistral por la manipulación mediática.
- Pero el movimiento social
fascista (racista y excluyente) por sí solo es incapaz de lograr sus
propósitos. Necesita de dos cosas primordiales:
Primero, de la acción de una
fuerza superior (interna y externa), donde se desvele el verdadero contenido de
clase y aristocrático de su revuelta. Es allí donde ha de actuar la fuerza
bruta del golpe, de la invasión, de la promoción de verdaderos ejércitos
paramilitares, de la guerra civil como estrategia. Combinando todos estos
elementos, esto también está en camino. En caso de concretarse será la fuerza
brutal e incuestionable que termine de arrastrar, bajo una pasividad de
aceptación, el resto de los sectores conservadores de la sociedad no fascistas
(no violentistas y sembrados en el odio social) ganando una aparente mayoría
atemorizada por la violencia.
Y
segundo,
se apoya en una realidad material de gran inconformidad generalizada que le
permita no sólo arrastrar sectores conservadores, sino de las propias clases
trabajadoras o marginadas que en su desesperación acepten el orden de la
brutalidad bajo la promesa de resolverles sus problemas inmediatos, estando
ellos mismos atados a los elementos básicos de identidad y aspiración social
promovidos por las clases dominantes. Esta es una clave muy importante para
entender lo que hoy pasa.
Los
movimientos fascistas del 2002 y de hoy
Situándonos en el año 2002,
vemos como el movimiento golpista se monta sobre una subjetividad fascista
(odio a la igualdad y al otro socialmente inferior) que se va acrecentando
rápidamente y que nace de la enorme violencia social y mediática que se
despliega desde finales del 2001 hasta arropar una inmensa mayoría de las
clases medias y los restos del movimiento obrero sindical que aún manejaban los
adecos. Es un movimiento en bloque desde su primer momento, que congrega a toda
la burguesía y los sectores dominantes políticos, religiosos, militares,
propios del orden de la cuarta república, con el apoyo evidente de los EEUU.
El movimiento es muy
fuerte, arrastra todo un orden y una subjetividad social aún viva extensamente
a pesar de la victoria de la rebelión popular simbolizada en la figura de
Chávez y su victoria electoral del 98. La violencia burguesa de los paros
empresariales, se une a una violencia de calle soportada en los sectores
medios. Esto hace que el movimiento “ciudadano” necesario, dispuesto a aceptar
cualquier brutalidad que proteja sus miedos y odios logre, en sólo algunos
meses, acumular la suficiente fuerza para permitir que se quiten las caretas
los factores militares que hacían falta, acompañada por una doctoral
manipulación mediática el día del golpe sustentada en la sangre derramada por
ellos mismos. Así tumbaron a Chávez el 11 de Abril.
Pero Chávez regresa el 13
porque hay un punto de la agenda que no tienen en su poder. El movimiento popular
no sólo está lleno de fuerza y capacidad de autoorganización, para entonces
producto de la fuerza acumulada de más de diez años de revuelta y victoria.
Igualmente hay una situación de esperanza que convoca a las clases subalternas
que no aceptan de ninguna manera cualquier orden de terror. La situación
económica por el contrario tiende a mejorar, aunque nada todavía ha cambiado en
lo sustancial. Más rápida es esta esperanza libertaria, material y justiciera
que la imposición del terror golpista que se queda festejando. Es en este
cuadro que vuelve Chávez.
De todas formas, como
sabemos, el golpe continúa, esta vez tratando de unir la actividad golpista con
la desesperación material que aún, con toda su agitación continuada, no la
logran generar por el ciclo económico natural; por el contrario, sigue el buen
ambiente económico. Por ello lanzan el paro petrolero como medida extrema para
generar tal desesperación, y efectivamente lo logran. Pero se impone, por un
lado la capacidad de respuesta que sigue acrecentándose dentro del movimiento
popular, ya más exigente y con capacidad de organizar a una buena parte del
pueblo esperanzado; y por otro, no aparece la fuerza militar complementaria
como factor determinante en última instancia. Esto aunado a la enorme capacidad
de liderazgo de Chávez, hacen fracasar todo el golpismo de entonces y sus
restos en los años posteriores.
Hoy en día el violentismo
fascista y el potencial golpismo que le sucede aparece en una situación muy
distinta. Esa subjetividad fascista sembrada desde el 2002 siempre se mantuvo
disminuida pero consolidada. De hecho López y Capriles, como personajes más
representativos de este movimiento “ciudadano”, nunca se desligaron de ella,
desde psicologías y patologías histéricas distintas, y divididos en su partido
original Primero Justicia. Pero hoy aparecen como los líderes de la oposición
compitiendo entre ambos por el liderazgo único.
Lo cierto es que la
reaparición del elemento del “fascio” violentista y odioso, desde el año pasado
se da fundamentalmente como continuidad de una subjetividad social construida
desde temprano en las clases medias, y que sólo en Venezuela, en el caso de
Nuestramérica, la han podido expandir en forma clara arropando al conjunto de
la oposición, aunque una parte trate de desligarse del violentismo. No es el
caso de ningún otro país, ni siquiera Colombia, donde la oligarquía actúa de
manera descarada y dando la cara directamente como factor de chantaje asesino
(estatal o paraestatal) frente a quien intente cuestionar el orden
socio-económico que manejan a plenitud. No hace falta ningún “movimiento
ciudadano”. Mientras en otros casos la derecha se maneja aún dentro de cánones
pacíficos y representativos de las democracias burguesa, o meramente golpistas
y tradicionales, como lo hemos visto últimamente en Honduras y Paraguay. Todo
esto tiene que ver con la importancia particular de las capas medias y su
cultura en una sociedad rentista como la nuestra.
Sin embargo, el desate del
violentismo fascista hoy en día se da sobre un panorama que lo debilita por un
lado y al mismo tiempo lo favorece enormemente hacia el futuro inmediato. El
sujeto social de su acción se ha centrado particularmente en la juventud, cosa
que no aparecía en el 2002, eso lo favorece por su capacidad de activismo
permanente, sobretodo de estudiantes que no trabajan y sin ninguna
responsabilidad social. Pero a su vez su componente de clase se ha debilitado.
Aparentemente, por lo menos hasta los momentos, pareciera existir un desacuerdo
importante entre las burguesías monopólicas y bancarias con la línea
imperialista venida de los EEUU. Esta gran burguesía nacional ha vivido en los
últimos años un paraíso de ganancias bajo el modelo corporativo-burocrático y
de capitalismo de estado promovido por el esquema económico de gobierno. El
rentismo corrupto y de redistribución clientelar de la renta que han aplicado,
las ha llenado como nunca de divisas y capitales, a ellos y sus pares de
gobierno. Por esta razón no se desbocan a juntar de inmediato toda su fuerza
(paros empresariales, saboteo abierto a la economía, golpe interno, etc) para
asaltar el poder. Le interesa la estabilidad y una transición que no ponga en
juego su actual paraíso de ganancias. Mientras que los EEUU, más interesados en
la base estratégica de apoyo que Venezuela pueda darle a nivel político,
militar, y de base energética para su economía; promueven y financian la
transición rápida bajo un esquema que se trasluce claramente: violentismo
fascista “ciudadano”, actos golpistas y sangrientos que caoticen por completo
la situación, negociación final y caída del chavismo por acuerdo de fuerzas.
Esta doble estrategia
divide actualmente la oposición, y es donde López aparece como la pieza más
clara de los intereses EEUU-Uribe y capital global, aunado a la desesperación
de las capas medias; mientras que Capriles le juega al “nacionalismo” de la
burguesía local, con una mano en la conspiración, pero cautelosa. El fascismo
en este caso está obligado a forzar por dentro de ellos los acontecimientos y
obligar al resto del bloque burgués a juntarse, por ello su activismo, al
contrario del 2002, tiene el componente de la violencia de calle, permitir que
se desborde la situación, jugar al enloquecimiento odioso de la subjetividad
social fabricada, ahora centrada en la juventud y sus aliados inmediatos,
respaldados en su retaguardia por una presencia paramilitar importante no
presente en el 2002 y que ya ha penetrado los organismos de seguridad de Estado
y militares. Sincretismo que se probó en acción con los hechos del 12 de
febrero y su saldo de sangre.
Existe una situación que
pareciera favorecer esta posibilidad, antes que se desgaste el juego caótico y
violentista actual. Primero, al contrario del 2002, la esperanza ha mermado de
manera tremenda y el participacionismo socio-político de antes ahora tiende a
disolverse, agarrando a un movimiento popular en gran parte fatigado,
burocratizado, administrado desde las oficinas de Estado y clientelizado. En
fin, un movimiento popular castigado a más no poder (con sangre o retaliaciones)
en todos sus impulsos rebeldes y resistentes más importantes por este esquema
corporativo-burocrático, que ha forzado la desactivación de la lucha de clases
y la tarea emancipatoria permanente. Por ello, el “pacifismo” del gobierno se
recoge abajo sin mayores contradicciones, aunque con muchas dudas e
incomprensiones de la realidad que vivimos. Es una “paz” que no produce, que no
activa un movimiento de renovación interna y radicalización del proceso, que no
crea nuevos retos y nuevos niveles de movilización, simplemente apoya a la
figura victimizada de Nicolás y su gobierno dando claros signos de debilidad y
ausencia del sentido épico que ha de tener toda revolución. Es finalmente un
lenguaje tan pequeño-burgués como los carajitos que se la pasan quemando basura
y destrozando el metro de Altamira.
Esta debilidad interna
dentro de las vanguardias colectivas del pueblo y el gobierno que han elegido,
juega evidentemente muy a favor de esta maldición fascista. Pero hay algo que
lo favorece aún más, se trata del modelo de un capitalismo de Estado rentista y
parásito, que bajo sus políticas de control, concentración de poder y
sustitución del control social por el funcionariato tecnócrata o burocrático;
no sólo ha hecho a los ricos más ricos, a pesar de sus dádivas y políticas de
justicia social, sino que ha aplastado a las fuerzas productivas y creadoras de
una sociedad obrera y de pequeños productores privados y cooperativos. Ese es
un modelo que a estas alturas está en quiebra, como ha quebrado la moneda y
monetarizado todos los reflejos económicos de una vasta población que sólo en
el “tracaleo” de divisas o contrabando ve futuro. Un modelo que en el corto
plazo si no se cuestiona totalmente y se toman las medidas radicales de fondo,
nos lleva a un desabastecimiento e inflación continuada, donde ningún control
va a servir para nada, así estaticen toda la economía si les da la gana, y
hagan todas las leyes y decretos que quieran.
Ese modelo sí que es el
granero perfecto del fascismo. Desespera a las clases medias productoras,
vuelve loca toda la demanda de consumo cada vez más insatisfecha, evidencia su
incapacidad de responder por vía de la economía de Estado (sea de importación o
de producción, las empresas de Estado están siendo quebradas por esta
mentalidad inútil dedicada a destrozar la productividad social). Reactiva la
curva de empobrecimiento por la inflación, y pronto de desempleo, por la
improductividad económica, mermando día a día el valor del trabajo, cualquiera
que sea el salario nominal.
El fascismo, a pesar de su
irracionalidad absoluta, mantiene una perversidad lúcida. En este caso se trata
no sólo de forzar el acompañamiento explícito de imperios, burguesías y todo el
bloque dominante, esta vez también mira hacia abajo, tratando de lograr su gran
objetivo: que la desesperación por el quiebre total del ciclo productivo les
permita venderse como salida ante una mayoría popular, convirtiéndose él mismo
en un gran “movimiento popular”, de unión de “amos y esclavos”. Fenómeno que le
permitiría ganar adeptos dentro de un oficialismo de gobierno corrompido y cada
vez más tensionado por esta situación de deterioro político y económico,
adelantando la salida del “golpe o autogolpe” (no teniendo una fuerza militar
significativa en estos momentos, al menos a esos niveles) con suficiente
impacto como para crear el caos total que se busca en la estrategia yanqui,
hasta lograr la negociación de derrota.
Eso aún está todavía lejos
de darse. La sociedad, el pueblo mayoritario, se mueve como puede, alejado por
completo de la fachada de éxtasis violentista del fascismo que sigue reducido a
sectores medios y el anticomunismo militante de los jóvenes. Pero esto puede no
ser así en poco tiempo. Están abiertas las puertas de la desesperación
material, con un movimiento popular pasivo y una vanguardia de izquierda rentista,
que no se lo ocurre otra cosa que pedir más controles estatales, sin acordarse
que el abc de toda revolución social está en el sujeto productivo, hoy
aplastado o empleado en un trabajo explotado pero ligado a cadenas económicas
cada vez más improductivas y de mero servicio.
La revolución se sitúa en
la subjetividad proletaria, jamás en la subjetividad que sólo se remite a la
supuesta justicia que ofrece el derecho al consumo y la tarjeta de crédito,
administrado además por una burocracia corrompida e inútil. El consumidor, y
mucho menos clientelizado, no sirve jamás para transformar absolutamente nada.
Su revuelta es la más individualista de todas, totalmente contraria a la
revuelta del “nosotros”, los obreros, verdaderos productores de este mundo. En
un cuadro así la tendencia se mueve hacia la posibilidad de un puente en el
corto plazo entre el fascismo y el pueblo desesperanzado, individualizado y
desesperado, absorbiendo en sus planes una gran franja delincuente que
aprovechará la oportunidad caótica, acentuando el terror colectivo. El peligro
fascista de hoy tiene allí su principal futuro.
La
desactivación del fascismo
Desde que este proceso
comenzó hemos visto la salida al fascismo desde el punto de vista del “plan de
contingencia” y la movilización de apoyo. Si esto es aún una necesidad
permanente, se trata de un reflejo aprendido cada vez menos efectivo y real
como mecanismo de desactivación de todo el potencial contrarrevolucionario que
vuelve a insurgir. La denuncia de planes imperialistas, que los hay, la
información interna y la movilización, los puntos de unidad cívico-militar, ya
no resuelven en absoluto la tamaña crisis a la cual nos enfrentamos como pueblo
en lucha y como país.
La respuesta tiene que ser
de fondo, porque todo esto se debe a un proceso que pierde día a día su
vitalidad original y capacidad de transformación. La voluntad transformadora y
de verdadera rebelión en favor de la reactivación de la capacidad productiva y
socializada que potencialmente tenemos y abunda, es la única salida. Es la
lucha de clases pura y dura contra todos los elementos de opresión capitalista
y burocrática que viven del festín de la renta que ahora se pelean a muerte. Lo
demás es dejar correr la arruga, jugar al desgaste y la división del enemigo, a
la movilización controlada, pero guardando un cáncer final que está a punto de
acabar, no con un gobierno que sería lo de menos, sino con la esperanza
revolucionaria en sí, e instalarnos un gobierno de cualquier cosa y cualquier
gentes, donde hasta la presencia yanki puede aparecer de un momento a otro.
Hay
medidas de gobierno a proponer.
La ingenuidad y la ilusión
todavía nos llevan a adelantar algunas:
- Renovar por completo los
cuadros dirigentes y llevar a juicio la cantidad de bandidos hoy en altos
cargos desde ministros para abajo, incluidos los poderes judiciales,
legislativos y militares.
- Renovar todo el gabinete,
empezando por el económico, pero bajo el consenso de una gran asamblea
bolivariana que proponga nombres.
- Reactivar la comisión de
transformación del Estado abandonada desde el 2003, ampliada a nivel nacional y
regional.
- Acordar en el plazo de un
mes la formación de un sistema de planificación de abajo a arriba por
localidades y regiones, que ponga todo el énfasis en la reactivación productiva
y en la medida de lo posible socializada del país.
- Descentralizar todo el
sistema de abastecimiento de Estado poniéndolo en manos de organismos de base y
sobretodo de productores directos que venderían directamente sus productos
allí.
- Sustituir el actual
sistema de control de precios por precios consensuados entre productores
distribuidores y consumidores, establecidos a través de los consejos populares
de precios.
-Acabar de inmediato con
ese desastroso, corrupto y monopólico, control de cambio actual y sustituirlo
por un sistema de bandas flexibles, generando una ganancia cambiaria que tiene
que devolverse a un sistema bancario comunal, que debe crearse lo más pronto, y
se ajuste a las decisiones de planificación de abajo a arriba.
- Promover de inmediato una
nueva ley de impuesto sobre la renta que ponga a pagar a los ricos.
- Formar un centro de
crédito para la obtención inmediata de divisas necesarias para la activación de
la producción comunal y socializada.
- Poner bajo control social
y de agentes de producción todos los organismos que en estos momentos condensan
el crédito, semilla, fertilizantes, etc.
- Comenzar la subida
progresiva del precio de la gasolina hasta racionalizar su precio a niveles de
costo.
- Devolver a la clase
trabajadora el control sobre las empresas tomadas y nacionalizadas, pero
asumiendo el compromiso de su productividad y rentabilidad en un plan de
acuerdo a los casos.
- Hacer un inventario de
todas las empresas, maquinarias, galpones, en manos públicas o privadas que han
sido abandonadas y devolverle su control a unidades sociales productivas
convocadas desde ya a su constitución.
- Declarar el país en
emergencia productiva, convocando a todas las redes de pequeños y medianos
productores industriales y agrarios a reactivar la producción bajo compromiso
social y de mercado justo, obligando a la banca privada a ajustarse a las
medidas de este decreto.
- Articular todo el sistema
educativo medio y universitario a colaborar directamente con este plan general
bajo la participación concreta de estudiantes, investigadores, docentes y
empleados.
Medidas como estas, aunque
sean medias u otras mejores, lo más probable es que no se tomen y ojalá estemos
totalmente equivocados, eso se sabrá muy pronto. Por ello pensemos desde la
perspectiva de “otra política” de lo que hoy se puede hacer bajo esta situación:
fuera del Estado y la representatividad del Estado burgués. Es imposible estar
dando líneas en ese sentido. Lo cierto es que el fascismo o la movilización
contrarrevolucionaria se monta sobre la disminución progresiva del poder
revolucionario del pueblo organizado, subsumido por la burocracia institucional
y corporativa a ser un mero sujeto administrado en favor de sus intereses. En
ese sentido, ante una situación así, no queda otra salida que el diálogo y la
asamblea por la iniciativa revolucionaria que acuerde acciones de defensa,
comunicación, tomas institucionales y medios de producción, que sin duda nos
llevaría a una confrontación superior, donde es la exigencia sin condiciones y
no la negociación, mucho menos la sumisión, lo que se imponga frente al
gobierno, sea cual sea y quien sea ese gobierno. Eso muy probablemente haga que
la enorme masa potencial que pueda unirse hoy a las clases medias liderizadas
por la subjetividad fascista, se unan más bien a la insurgencia revolucionaria,
incluidos sectores conscientes y progresistas de la clase media.
¿Podrá ser posible? Me
guardo mi escepticismo personal y pongo toda mi credibilidad en el espíritu
original del 27F y del 13 de Abril. Lo cierto es que “llegamos al llegadero”
como tantas veces repetimos. Todo proceso necesita de un desenlace donde se
confronten en una batalla inevitable. Toda esta situación nos toma en una gran
debilidad aparente, pero es precisamente sobre ella que se prueban
históricamente los pueblos victoriosos.
Roland
Denis. Luchador popular revolucionario de larga trayectoria en la izquierda
venezolana. Graduado en Filosofía en la UCV. Fue viceministro de Planificación
y Desarrollo entre 2002 y 2003. En lo 80s militó en el movimiento La
Desobediencia y luego en el Proyecto Nuestramerica / Movimiento 13 de Abril. Es
autor de los libros Los
Fabricantes de la Rebelión (2001)
y Las Tres Repúblicas (2012).
Fuente: www.aporrea.org
Comentarios
Publicar un comentario