Un
enfoque desde Bolivia
Para establecer la relación del
mercado con el Estado entendido como el poder instituido legalmente, cabe
oponerse al sentido común, el menos común de los sentidos, y a su vez
entender porque la teoría económica oficial y la apología del capitalismo conceptualizan
al primero de una forma predeterminada. Parten de que el intercambio de bienes
y servicios “es la primera idea que se asocia con el concepto de mercado”,[2] pero ignoran el hecho económico
fundamental previo al mercadeo irrestricto y libre comercio de las mercancías:
que éstas se producen antes de realizarse en el mercado.
Obviar al proceso de producción
como el hecho económico fundamental de la sociedad humana o suponerlo
efectuado, ya dado, permite soslayar aspectos centrales y evidentes de la
producción capitalista como son la explotación y alienación a los trabajadores
y a la gran mayoría restante de la humanidad, la distribución inequitativa y
concentración de la riqueza, el consumismo como un medio aberrante para
valorizar y monetizar al capital, las guerras por el control de los “recursos
naturales”, las crisis alimentaria y energética, la depredación de la naturaleza
que puede colapsar toda forma de vida en el planeta, la financiarización
especulativa, entre otros aspectos hoy por hoy cruciales...
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