Nuestra América


Fuentes y Raíces del pensamiento de José Martí




Parece innegable que será dilatada y polémica la estimación de los criterios primordiales de José Martí, tanto en lo político como en lo literario. Ello deriva de la esencia de su naturaleza, ávida, desvelada y abarcadora como pocas. Las motivaciones numerosas engendran muchas veces una expresión varia y flamante que aleja del decir estricto e inequívoco que debe esperarse de quien es no sólo orientador profético de todo el Continente, sino conductor responsable de una acción libertadora.

Pero quien imagine que el modo exaltado y libérrimo hiere la médula de su pensamiento rector, se deja arrastrar por una impresión superficial y apresurada. La conjunción de virtudes múltiples exige en el observador con secuente un examen ancho y demorado, del que sale al fin, entre luces cruzadas, la imagen conquistada de un ideario robusto y anunciador. La meditación que sigue intenta desbrozar algunos senderos matrices en la selva gigantesca y luciente.

Alguna vez he discurrido sobre la compleja unidad de José Martí. Por cada costado de su personalidad avasalladora se trenzan, en efecto, elementos y valores numerosos, a veces contrarios, coincidentes en definitiva en una suma poderosa de criterios matrices, orientadores de la invención y de la conducta. Ello integra, para el enjuiciador paciente, el espectáculo singular de una criatura de inmedible entraña polémica que, batida por todos los vientos de su pecho y de su contorno, se impone al cabo a las solicitaciones encontradas hasta expresar, en todos los campos, el rumbo de mayor jerarquía. El mando de su circunstancia comienza en el dominio y el usufructo de sus tormentas interiores. En NUESTRA AMÉRICA la voz enérgica y dominadora de su oficio guiador se le trasunta, a veces, el latido angustioso, pero vence siempre el deber, impulsor de la misión esclarecedora.

Quizá no sería un despropósito imaginar que esa encrucijada dramática –con frecuencia trágica–, ese desangramiento vitalicio, es el arma secreta y la razón oculta de la calidad profética de Martí. ¿No vale, como argumento ad hominem, indagar qué advirtieron, qué anunciaron, qué adivinaron gentes de menores conflictos internos, naturalezas rectoras que tuvieron más llano el camino y más serenado el ánimo para la revelación y el vaticinio? Pudiera ocurrir que el músculo, forzado a pelear sin descanso contra plurales resistencias tenaces, ganara en su duro ejercicio tonicidad y fuerza para los saltos sorprendentes. Parece legítimo sospechar que si nuestro héroe creador hubiera vivido libre de ansiedades trascendentes y de quebrantos recónditos –que tan lejanos parecen de la previsión política–, no estaríamos razonando ahora sobre las raíces y las fuentes de una postura y de un servicio que si le marcan la mayor medida apostólica y la más alta calidad revolucionaria, le aseguran también la presencia, la actualidad más viviente y pugnaz. Me refiero a su penetrante, mantenido y consecuente antiimperialismo.

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