Por Werner Perlot
El reconocido autor de Hegemonía y estrategia socialista sufrió
un infarto mientras visitaba Sevilla. Fue un pensador clave del posmarxismo que
en los últimos años dedicó su obra a resignificar y revalorizar los populismos.
Murió Ernesto Laclau, una de las
principales figuras de la teoría política argentina, un intelectual que
resignificó los estudios sobre el populismo contra ciertas concepciones del
sentido común. El autor de Hegemonía y estrategia socialista estaba el domingo con
su mujer Chantal Mouffe en Sevilla, España, donde sufrió un infarto. Tenía 78
años y era profesor en la Universidad de Essex, Inglaterra. En los últimos años
habían causado revuelo sus posiciones favorables al kirchnerismo y a Hugo
Chávez, así como su intervención en las discusiones políticas a través de
ciclos como Debates y combates o del canal Encuentro.
Laclau
estaba en Sevilla invitado por el agregado cultural de la embajada argentina en
España, Jorge Alemán. Iba a brindar una conferencia ayer por la tarde. Según
relató Alemán, Laclau había iniciado el día temprano a la mañana con un paseo
por las calles de Sevilla y un baño en la pileta del hotel, cuando se produjo
el infarto que provocó su muerte.
Laclau
daba clases de Teoría Política en la Universidad de Essex, un cargo que ocupaba
desde 1973. Además, era director del programa de Ideología y Análisis del
Discurso, donde se dictan una maestría y un doctorado. Fue distinguido con el
titulo de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Rosario (UNR), la
Universidad de San Martín lo tenía como director honorario del Centro de
Estudios del Discurso y las Identidades Sociopolíticas. Sus hijos, Santiago y
Natalia, residen en Argentina.
Marx y Lacan
Laclau
nació en Buenos Aires el 6 de octubre de 1935 y creció en una casa donde había
mucho debate político: su padre era un radical yrigoyenista, que participó de
las sublevaciones contra Uriburu. Estudió Historia en la Universidad de Buenos
Aires (UBA), donde se recibió en 1964. Bajo los debates de la figura del
intelectual comprometido –sobre la que discutían desde Theodor W. Adorno hasta
Jean-Paul Sartre–, la formación de Laclau combinó la militancia política y la
investigación académica. Tras el golpe de 1955, formó parte del grupo Contorno,
junto a Eliseo Verón, León Sigal y Sofía Fisher, entre otros. Militó durante un
tiempo en Socialismo de Vanguardia –una escisión del Partido Socialista
Argentino–, de donde se alejó por sus críticas al leninismo. Trabajó junto al
sociólogo Gino Germani y fundó junto a José Luis Romero la materia Historia
Social y General de la carrera de Historia de la UBA.
En
los sesenta, Laclau fue director de la revista Lucha Obrera, que se vinculaba
al Partido Socialista de Izquierda Nacional. Cuando escribía, usaba el
pseudónimo Sebastián Ferrer, porque era becario del Conicet, donde veían mal su
compromiso político. La Izquierda Nacional era una corriente de la que
participaron otros intelectuales como Blas Alberti, Fernando Carpio y Jorge
Abelardo Ramos, quien fue una figura importante en la formación política de
Laclau.
Con
la dictadura de Onganía, Laclau perdió su cargo como docente en la Universidad
de Tucumán y luego ganó una beca en Oxford, donde estudió con el historiador
marxista Eric Hobsbawm. “Empecé mi trayectoria política en la Izquierda
Nacional. Cuando llegué a Inglaterra, entré en contacto con la New Left Review
y con gente ligada a la experiencia de los movimientos anticoloniales –relataba
Laclau en un reportaje de 2003–. Me fui de la Argentina en 1969 pensando que
era por tres años. Después vinieron las bestias y no puede volver por quince
años.” El golpe de Estado de 1976 cortó su regreso.
Desde
Inglaterra, en 1979, escribió Política e ideología en la teoría marxista: capitalismo,
fascismo, populismo, una compilación de artículos que hizo a pedido del
historiador marxista Perry Anderson. En esa época, todavía adscribía a la
teoría de Antonio Gramsci y no había formulado los conceptos que luego hizo
conocidos. En 1980 hizo su contribución a Tres ensayos sobre América Latina, un
libro del Fondo de Cultura Económica.
Fue
en los ochenta cuando Laclau se convirtió en uno de los intelectuales
preocupados por pensar la reconfiguración de la izquierda en plena crisis del
pensamiento marxista. Junto con su compañera Chantal Mouffe, escribió en 1985
Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia.
Este libro es considerado como uno de los que configuran el posmarxismo, desde
una línea que critica el determinismo económico y una lectura mecánica de los
procesos populares de América latina. Laclau se centró en releer el capitalismo
desde una perspectiva que cruzaba la obra de Karl Marx con la de Jacques Lacan
(una buena parte de los autores posmarxistas incorporan aportes de otras
teorías: en el caso de Laclau, también sumó conceptos del posestructuralismo).
Allí,
Laclau planteó una de sus definiciones más conocidas, donde la política es
entendida como una lucha por la hegemonía y por conquistar lo que llama “significantes
vacíos” o “significantes flotantes”, en un uso de un término lacaniano para
entender fenómenos políticos. Durante la siguiente década siguió desarrollando
esta teoría: en 1990, publicó Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro
tiempo, en 1996 Emancipación y diferencia y Misticismo, retórica y política, en
2002.
Reinventar el populismo
“En
la genealogía que hace Ernesto Laclau, nos habla de un populismo que tiene una
profunda raigambre en la modernidad capitalista, y plantea lo heterogéneo, lo
opaco de la social, para empezar a discutir las lógicas políticas de la
democracia y la memoria histórica popular”, sostuvo el profesor y ensayista
Nicolás Casullo en la presentación en 2005 de La razón populista, uno de los
libros más importantes de Laclau, que giró en torno del fenómeno de los nuevos
gobiernos de sesgo populista. A La razón populista le siguió en 2008 Debates y
combates. Para un nuevo horizonte en la política, que también le dio nombre a
una revista que editó Laclau con aporte de intelectuales como Toni Negri –de
quien se mostró cerca, aunque con diferencias en algunos puntos de su teoría,
mientras que polemizó con Slavov Zizek–, la filósofa francesa Judith Revel,
entre otros. Laclau buscaba que la revista “fuera para el mundo hispano lo que
puede ser New Left Review para el mundo anglosajón”. Con la misma idea, condujo
un ciclo de entrevistas en el canal Encuentro.
Pese
a la distancia, Laclau siempre se mostró atento a lo que ocurría en la
Argentina. En 2003, por ejemplo, señaló que “Kirchner no habría sido posible
sin los cacerolazos”. Sobre la discusión posterior alrededor de la Ley de
Servicios de Comunicación Audiovisual, advirtió que “si prevalecen los
monopolios, la guerra está perdida”.
En
2012, Laclau conoció a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Nunca
formó parte del Gobierno con un cargo –se mencionó la embajada de Londres o de
Francia–, pero planteó sin medias tintas sus posiciones sobre el kirchnerismo y
la disputa política en la Argentina. En los últimos tiempos, señalando las
particularidades del momento histórico, se había mostrado a favor de la
posibilidad de una reelección indefinida, aunque aclaró que no se refería a la
Presidenta: “Si la gente está contenta con un presidente, debe tener la opción
de volver a elegirlo. Si la gente está descontenta, puede votar por otro”,
afirmó. Consideraba que es “el mejor momento democrático en 150 años en toda
América latina”, pero advertía que “en la Argentina todavía no se logró una
confluencia completa entre el momento autónomo de la voluntad de los sectores
populares y el momento de la construcción del Estado”.
Siempre
parecía estar volviendo sobre los conceptos del libro de 1985, donde se
planteaba también un programa político: “La izquierda –escribió– debe comenzar
a elaborar una alternativa creíble frente al orden neoliberal, en lugar de
tratar simplemente de administrar de un modo más humano”.
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